Gente joven: Neil Dixon
Hay modalidades más sofisticadas de mercadeo, promoción, grabación y distribución, dice en entrevista con MILENIO el animador cultural canadiense
Con 45 años en la música, primero como bajista del grupo Misty Blue, luego como activo promotor cultural, Neil Dixon es uno de los participantes destacados en la Feria Internacional de la Música (Fimpro), que ayer fue inaugurada en el Conjunto de Artes Escénicas de la Universidad de Guadalajara.
Hoy a las 13 horas Dixon hablará sobre la situación de la industria de la música en Canadá, tema del que se pueden extraer ejemplos muy ilustrativos.
Con el paso de los años, ante el derrumbe de una industria que no supo adaptarse a los nuevos tiempos, las ferias de la música se han convertido en una necesidad creciente. Presidente de la Semana de Música Canadiense (CMW por su sigla en inglés), Dixon refiere en entrevista con MILENIO que en Toronto se han realizado estos encuentros desde hace 36 años.
“Nuestra conferencia y festival se ha enfocado, principalmente, en alentar a la gente joven para que desarrolle nuevas habilidades, ya sean músicos, agentes, programadores, operadores, etcétera —explica el promotor—. Tenemos un coloquio de tres días muy intenso que invita a participantes de todo el mundo para que cuenten cómo se están haciendo las cosas en diferentes áreas”.
A su juicio, “es sorprendente lo que está sucediendo en México con Fimpro, donde ves a muchos conferenciantes de varios países y te das cuenta de que los artistas nacionales están logrando mayor reconocimiento internacional. Esto se debe a que gracias a los contactos que se establecen en la feria están siendo invitados a otros lugares”. Canadá es un país que apoya la música, tanto en los planos de la cultura y de la industria. ¿Cómo funcionan las cosas?
En Estados Unidos le dicen “industria de la música”, mientras que en Canadá le llamamos “industria cultural”. Es una mentalidad diferente. Al estar junto a un gigante como ellos, que producen todos esos éxitos, antes había que pensar en ir allá si querías triunfar como músico. Entonces el gobierno canadiense participó y las cosas cambiaron. ¿De qué manera?
Empezó con una medida que indicaba que de cada tres canciones en las estaciones de radio una tenía que ser canadiense, ya fuera artista o productor. Se pusieron en marcha muchos programas para ayudar a los artistas para que aprendieran su oficio y luego hicieran giras para promover su música. Ese sistema se usó para ayudarlos a formarse hasta cierto nivel; en cuanto se volvían populares ya no nos necesitaban. Esa infraestructura para ayudar a los artistas jóvenes todavía funciona. En Canadá la música está muy vinculada al turismo, algo que ha resultado muy exitoso.
En CMN realizamos una jornada llamada Ciudades musicales, donde se analiza el impacto que tiene la música en una región o en una ciudad, de manera predominante su impacto económico. El turismo musical lleva a Canadá visitantes de todo el mundo, que al terminar pasan ahí una semana o más haciendo diversas actividades. La gente que trabaja en la industria de la música ha cambiado. ¿Cómo define esa transformación?
Esto empezó entre 1999 y 2000, pues en cuanto apareció Napster todo cambió. Debido a que la tecnología está sobrepasando a la industria, hay jóvenes emprendedores involucrados en la tecnología y en la música. Han aparecido formas más sofisticadas de mercadeo, promoción, grabación, distribución, etcétera. Todo ha sido afectado por la tecnología. La música es un negocio de gente joven y un campo de trabajo fantástico.