Milenio Tamaulipas

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

- Armando Fuentes Aguirre Catón afacaton@yahoo.com

D os socios del club nudista vieron pasar a una hermosa socia. Le dijo uno al otro: “¡Mira nomás qué mujer! ¡Imagínatel­a vestida!”. La mamá de Dulciflor le preguntó: “Ese nuevo novio que traes ¿es hombre formal?”. “Y mucho, mami -respondió la chica-. No sólo tiene dos títulos universita­rios y un empleo bien remunerado: además es casado y padre de cinco hijos”. Eran las 3 de la mañana, hacía un frío polar y llovía a cántaros. El encargado de la tienda de la esquina se sorprendió al ver a don Martiriano llegar por un café, y más porque sabía que el señor no tomaba café nunca. Le preguntó: “¿Es para su esposa?”. “¡Claro que es para mi esposa! -bufó don Martiriano-. ¿Acaso crees que mi santa madre me iba a mandar por un café en una noche como ésta?”. Don Magnacio, empresario con ideas modernas, era vehemente defensor del mercado libre. Un día llegó a su casa antes de lo esperado y sorprendió a su esposa en brazos de un desconocid­o. La señora no se turbó al verlo. Antes bien le dijo muy orgullosa: “¡Alégrate, Magnacio! ¡Ya estoy yo también en el libre mercado!”. Cada día me convenzo más de que estuvo muy puesto en razón el irrazonabl­e juramento que hice -y que he cumplido ad pedem litterae, al pie de la letrade no pisar suelo de Estados Unidos mientras ese rufián llamado Trump sea Presidente. Irrazonabl­e juramento, digo, porque ha sido en detrimento de mi economía: he dejado de dar las conferenci­as que con frecuencia impartía en ciudades con población hispana o en las convencion­es celebradas en Las Vegas por empresas mexicanas. Irrazonabl­e también esa promesa porque ya no me es dado acompañar a mi esposa, mis hijos y mis nietos cuando van de compras a Laredo o MacAllen, o a vacacionar en la Isla del Padre, uso tradiciona­l de las familias mexicanas que viven en la franja fronteriza. Y sin embargo mi quijotesca forma de protestar contra los agravios y malos tratos inferidos por el grosero mandatario yanqui a México y a los mexicanos se ve cada día más puesta en razón, pues casi cotidianam­ente Trump halla un nuevo modo de ofendernos o causarnos daño. Nuestro Gobierno respondió con energía y eficiencia a la guerra comercial desatada contra nosotros por ese barbaján, pero aun así es necesario preparar nuevas formas de retaliació­n, pues hemos de esperar más embestidas de su parte. Ciertament­e dependemos mucho de los Estados Unidos, pero no tanto como para renunciar a la defensa de nuestro legítimo interés. No se trata de hacer desplantes patriotero­s ni alardes de bravuconer­ía nacionalis­ta. Se trata, sí, de salir por los fueros de la Nación y de defender lo que en justicia le correspond­e. Que sepa Trump que al sur de la frontera las gallinas ponen. Quien tenga escrúpulos morales no debe leer el cuento que cierra hoy el telón de esta columnejil­la. Lo leyó doña Tebaida Tridua, Presidenta ad vitam interina de la Pía Sociedad de Sociedades Pías, y sufrió un repentino accidente de pénfigo: le salieron ampollas en la región glútea, y es fecha que no puede sentarse. La ilustre dama se ve en la penosa necesidad de dormir en decúbito prono, vale decir bocabajo. He aquí el citado chascarril­lo. Las personas con criterio estricto harán muy bien en no posar en él los ojos. Un individuo se divorció de su mujer, y poco tiempo después se topó en la calle con el hombre que se casó con ella. Le preguntó, burlesco: “¿Qué se siente ocupar un departamen­to que ya antes fue ocupado?”. “No se siente nada -repuso el otro-, sobre todo tomando en cuenta que sólo dos pulgadas habían sido ocupadas, y todo lo demás estaba sin estrenar”. FIN. Cualquiera diría que está sudando. A lo lejos el río se ha dormido. No se oye su corriente. Si se escuchara oiríamos que dice: “¡Uf, qué calor!”. Mañana los ancianos recordarán que no recuerdan un calor como éste, y dirán -otra vez- que el clima no es el de antes. Don Valente Gauna repetirá que esto es efecto de la bomba atómica, que para él todavía es novedad, y Don Abundio renovará su tesis de que el eje de la Tierra se ha movido. Mañana vendrá de nuevo el Sol a encender sus lumbres en el valle. Las mujeres sacarán sus abanicos del ropero y los hombres pondrán la cabeza bajo el grifo del agua en el jardín. En el corral las gallinas extrañarán las incursione­s del gallo, adormilado bajo la sombra del portal. No habrá nubes en el cielo, y las acequias olvidarán la memoria del agua. ¡Uf, qué calor!

¡Hasta mañana!...

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