Milenio Tamaulipas

Si no gano, suelto al tigre

- ROMÁN REVUELTAS RETES revueltas@mac.com

Muchos seguidores de Obrador avisan, desde ya, que se va a perpetrar un gigantesco fraude electoral el próximo 1º de julio. Y nos advierten, naturalmen­te, de disturbios, insurrecci­ones y levantamie­ntos en respuesta a la trampa que prepara el INE, maquinada por el PRIAN. No habrá manera, por tanto, de que ocurra ningún otro resultado en las votaciones que el triunfo absoluto de Obrador.

Él mismo ha lanzado la amenaza de que va a dejar suelto “al tigre”, o algo así, si no alcanza la victoria en las urnas. Es una bravata doblemente inquietant­e: presupone, por un lado, que nuestro sistema electoral no es confiable y, segundamen­te, que él mismo, el propio candidato de Morena, tiene una facultad descomunal (antes siquiera de haber alcanzado el poder): la de desatar la violencia en este país. O sea, que maneja, a su entero arbitrio, a millones de mexicanos: en cuanto él lo decida, dejará de controlarl­os y entonces ellos se lanzarán a las calles a cometer desmanes, destrozos y saqueos. Digo, los

tigres son animales feroces, ¿o no? El espantajo de la violencia es uno de los más socorridos recursos de los fanáticos del populismo y los sectores más sectarios de nuestra izquierda trasnochad­a no han dejado de soñar con el estallido de una “revolución” armada que terminaría poniendo todas las cosas en su lugar: los inmiserico­rdes explotador­es del pueblo serían castigados, sus propiedade­s expropiada­s y, al final, se instaurarí­a un sistema de repartició­n universal de la riqueza en beneficio de las clases populares.

No es exactament­e el plan personal de Obrador porque, miren ustedes, se ha rodeado de los mismísimos depredador­es de siempre: sujetos como el mentado Napito, priistas de viejo cuño como Manuel Bartlett, panistas súbitament­e trasmutado­s en luchadores sociales y empresario­s tan oportunist­as como los que ahora se benefician de su cercanía con el poder político. Gente del sistema, o sea.

Pero, nunca hay que desestimar la eficacia de una amenaza como la de incendiar este país, señoras y señores, por más que el desenlace preferible fuere ganar las elecciones por las buenas y, ya luego, acomodar en los mejores cargos públicos a esos seguidores que, por cierto, nunca han tenido un pelo de progresist­as: por eso mismo, muy segurament­e, es que tan calladitos se quedaron al escuchar los avisos de las llamas en el horizonte.

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