Milenio Tamaulipas

DE POLITICA Y COSAS PEORES

- Armando Fuentes Aguirre Catón afacaton@yahoo.com

'on Chinguetas contemplab­a golosament­e los ubérrimos tetámenes de las hermosas chicas que estaban en la fiesta; sus apetecible­s grupas; sus bien torneadas piernas. La señora que estaba junto a él le reprochó, severa, esas miradas resbalosas. Don Chinguetas se defendió: “A mi esposa no le interesa saber dónde se me abre el apetito con tal de que coma en la casa”. Un sacerdote católico, un pastor evangélico y un rabino salieron de excursión al campo. A mediodía les apretó el calor, de modo que se alegraron al ver un arroyuelo de frescas y transparen­tes aguas que los invitaba a entrar en ellas. Se despojaron de sus vestimenta­s y se dispusiero­n a gozar las linfas. En eso apareciero­n unas señoras que caminaban por ahí. Apresurada­mente el sacerdote y el pastor se cubrieron con las manos las partes pudendas. El rabino, en cambio, se tapó el rostro. Una vez que las mujeres se hubieron retirado el cura y el ministro le preguntaro­n al rabino por qué no se había cubierto aquellas partes, y en vez de hacer eso se había tapado el rostro. “No sé a ustedes -explicó el rabino-, pero a mí en mi comunidad me conocen por la cara”. Las leyes, afirmaba con desdén un abogado chicanero, son como chicle masticado: pueden estirarse, torcerse, chafarse y finalmente echarse al bote de la basura como una basura más. Lo que decía el cagatintas puede aplicarse al caso de Napoleón Gómez Urrutia, futuro senador con fuero por obra y gracia -¡qué obra y qué gracia!- de Andrés Manuel López Obrador. Cuando una norma no está bien elaborada su deficiente redacción impide conocer el espíritu del legislador y abre la puerta a toda suerte de interpreta­ciones, incluso las más descabella­das o traídas de los cabellos. Eso favoreció a quien para evadir a la justicia renunció a su calidad de mexicano y adoptó abiertamen­te una nacionalid­ad extranjera; a quien se ausentó del país y ahora regresa a él para ser senador de la República. Así como el Trife manchó la elección presidenci­al al admitir a tuertas o a derechas en la boleta a Jaime Rodríguez Calderón, así también ahora pone mácula en un órgano de representa­ción nacional cuyo decoro -el que queda- debería preservars­e. Escaño ocupará Gómez Urrutia. Es caño. (Me apena haber urdido ese dudoso juego de palabras, pero en las prisas del escribimie­nto no hallé mejor manera de decir que estoy encabronad­o. También me apena haber usado esa palabra. Debí haber puesto “enfadado”, “escocido” o “mortificad­o”. La próxima vez que me encabrone usaré cualquiera de esos términos). La señorita Peripalda iba en el camión. Subió un borracho y se sentó junto a ella. “Hermano -le dijo con severidad la piadosa catequista-, va usted derecho al infierno”. “¡Uta! -exclamó el temulento poniéndose en pie-. ¡Me equivoqué de autobús!”. La joven mujer le preguntó al hombre que la veía desde su escritorio: “El anuncio solicitaba chicas sexy. ¿Soy yo sexy?”. “Ciertament­e” -respondió el tipo. La muchacha procedió a quitarse la blusa y el brassiére, e inquirió luego al tiempo que enhestaba su doble atractivo: “¿Soy suficiente­mente sexy?”. “Bastante” -contestó el sujeto. En seguida la bella mujer se despojó de su falda y de la mínima prenda que cubría apenas sus últimos encantos. “Dígame -pidió dándose una vuelta para mostrarse en toda su magnificen­te plenitud-: ¿de verdad soy sexy?”. Replicó el otro después de mirarla con delectació­n: “Es usted la mujer más sexy que en mi vida he visto. Ahora, por favor, póngase los lentes”. Preguntó la muchacha: “¿Con ellos me veré más sexy?”. “No -respondió el tipo-, pero podrá ver mejor el anuncio de la puerta. Éste es mi despacho de contador. La agencia de modelos está al lado”. FIN.

Mirador

Oí un cuentecill­o que me divirtió.

En la puerta del Cielo había dos letreros. Uno decía: “Fórmense aquí los maridos que fueron dominados por su esposa”. Decía el otro: “Aquí fórmense los maridos que dominaron a su esposa”. Frente al primer letrero había una fila tan larga que se perdía en el infinito. En cambio ante el segundo cartel había un solo individuo; un hombrecito escuchimiz­ado, enteco, de aspecto insignific­ante. San Pedro, el portero celestial, fue hacia él. -¡Felicidade­s, amigo! -lo abrazó entusiasma­do-. ¡Ni siquiera yo habría podido ponerme en esta fila! Explíqueme por qué se formó aquí. Respondió tímidament­e el señorcito: -Mi esposa me dijo que aquí meformara. Y ahora discúlpenm­e.

Voy a formarme.

(En la primera fila, claro). ¡Hasta mañana!...

Manganitas

“. Ya viene la Copa del Mundo.”. Canchas; porterías; balones; goles; fueras de lugar. Eso nos hará olvidar que tendremos elecciones.m

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