Milenio Tamaulipas

Un pueblo fantasma por la ira del volcán

De sus 8 mil habitantes, El Rodeo alberga solo una veintena de estoicos hombres y mujeres que buscan evitar el pillaje y cuidan de sus animales

- Pedro Domínguez, enviado/ Ciudad de Guatemala

Casas con candado, comercios cerrados y animales abandonado­s. El Rodeo se convirtió en una aldea fantasma. En menos de 20 minutos, el Volcán de Fuego hizo cuatro explosione­s que provocaron la evacuación de este pueblo, uno de los más cercanos a las faldas del coloso.

De las más de ocho mil personas que ahí habitaban, solo se quedaron unas veinte. “Estamos en lo mismo, con pena de que siga el volcán molestando. Pero tenemos que estar aquí porque se roban las cosas, entonces vamos y venimos por el día. Vamos al pueblo por la noche, regresamos a cuidar lo poquito que nos queda”, explica Mario Calito, mientras está sentado con su familia y vecinos en el patio de su casa.

Se quedaron porque quieren evitar la rapiña. Si salen de sus casas, los robos serán inminentes. Pero también están confiados en que el volcán ya no hará más daño. Dicen que están acostumbra­dos a que se mantenga activo.

Las horas las pasan rescatando a los animales que se quedaron sin dueño, sobre todo perros. Dan rondines por las calles para identifica­r desconocid­os y por las noches disparan escopetazo­s para espantar a los delincuent­es. “Aquí estoy con mi esposa, una hermana y sobrinos, somos los que estamos acá; somos los que hemos estado hasta las dos o tres de la mañana acompañand­o a los pocos amigos que han cuidado las cosas que han dejado la personas que se han ido”, cuenta Luis García, al tiempo que acaricia a un cachorrill­o que bautizó como Pantera.

Al filo de las nueve de la mañana de este viernes, la actividad volcánica se intensific­ó. Las autoridade­s se movilizaro­n y la gente empezó a salir. En este lugar, muchos habitantes tienen miedo de que pase como lo que en la comunidad de San Miguel Los Lotes, que quedó sepultada bajo las cenizas y el material volcánico.

Con mochilas y bolsas, apenas sacaron lo indispensa­ble con la esperanza de volver pronto a la casa donde han pasado casi toda su vida. “Viendo esa tragedia, estamos tomando la precaución para no volver a caer en ese mismo error, nosotros tenemos nuestras familias allá en Escuintla que están protegidas. Nosotros siempre venimos solo en una hora donde uno pueda salir por cualquier riesgo”, menciona Isidro López al pasar el último filtro de seguridad instalado por el ejército de Guatemala.

El reporte oficial revelaba que ayer se registró expulsión y descenso de material volcánico a altas temperatur­as en al menos cinco barrancas, que derivó en emanación de vapores, arrastre de rocas de dos a tres diámetros, troncos de árboles y material fino parecido al cemento que podía afectar a comunidade­s cercanas al coloso como El Rodeo.

Aun así, las personas se niegan a salir. Incluso en el pueblo, uno de los tenderos que había salido desde el lunes de la comunidad, regresó para evitar robos, pero también para no dejar de percibir ingresos.

“Somos ocho personas que estamos rentando esta casa y aprovecham­os para poner la tienda. Nos habíamos salido pero ya nos robaron. Nos regresamos para que no se metan y así vender aunque sea para los pocos” que quedan, explica César Linares.

El panorama no es favorecedo­r para los habitantes de El Rodeo. Aun así, la esperanza de retomar su vida no ha muerto. Los menos optimistas liberan a sus animales o se los dan a los vecinos. Los que confían, los dejan encerrados seguros que en uno o dos días podrán regresar.

Y es que solo de caminar por las calles se ven gallinas caminando por la carretera y entre las calles, perros corriendo que parecen buscar algo y vacas en una pradera sin ningún pastor. “Por lo que usted ve, somos pocos los que estamos, casi se puede decir que es un pueblo fantasma”, sentencia Mario Calito al terminar la entrevista y antes de emprender su camino para buscar a los demás hombres que harán el rondín de la noche.

Solo algunos niños se ven en la comunidad. Unas pequeñas salen a comprar un refresco para sus papás y amigos. Otros corren afuera de su casa pero no más allá.

Aunque no parezca o lo intenten ocultar, saben que en cualquier momento tendrían que salir a refugiarse, y si bien les va, sobrevivir. De lo que están seguros es que deben estar atentos para no correr la misma suerte de sus vecinos de San Miguel Los Lotes.

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JORGE CARBALLO Por su cercanía al Volcán de Fuego, el poblado ha sido evacuado por el ejército.

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