Hacia la recta final
No se entiende que Anaya y el PRI se enfrasquen en una feroz batalla como si la medalla de plata tuviera valor, hace dos o tres meses pudo haber significado algo; a menos de 15 días, simplemente es incomprensible, además los ataques a López Obrador son in
AMLO tiene buen instinto y sentido de lo que la gente quiere escuchar de sus políticos
La controversia en la que se ha visto envuelto Enrique Krauze ilustra los modos y el trato de Andrés Manuel hacia sus críticos. Después del insulto y la descalificación sobreviene una suerte de generosidad y de compromiso de tolerancia. También lo ha hecho con empresarios y periodistas. De ganar López Obrador, hay que irse acostumbrando. Quizás él dispense “perdones” y como él dice, “la venganza no es lo mío”, pero no se puede hablar por sus huestes, por “el tigre” o como quiera que se llame. Una vista a las redes sociales es muestra sobrada de la inexistente contención de sus leales. Queda por conocer a detalle el incidente que encaró Ricardo Anaya en el aeropuerto de Mérida. La civilidad no es lo que les caracteriza.
Los críticos de AMLO median entre la complacencia y la confianza. Inexplicable. Tampoco se entiende que Anaya y el PRI se enfrasquen en una feroz batalla como si la medalla de plata tuviera valor, hace dos o tres meses pudo haber significado algo. A menos de 15 días, simplemente es incomprensible. Los ataques a López Obrador son ineficaces. Por ejemplo, el señalamiento al ingeniero José Ma. Riobóo, por la asignación directa a su empresa de contratos de obra cuando López Obrador gobernaba la Ciudad de México, no tiene valor por la generalizada práctica que hay en esto, además de que se trata de una empresa y de un empresario de indiscutible reputación.
Los reflejos de los contendientes no son buenos; López Obrador tiene buen instinto y sentido de lo que la gente quiere escuchar de sus políticos, pero sus reacciones no son rápidas, le favorece la ola de indignación con el estado de cosas. Tampoco en la acera de enfrente hay asertividad, solo como ejemplo, la Coparmex da a conocer en días pasados una encuesta que se levantó entre el 30 de mayo y 5 de junio, antes de que estallara la embestida contra Ricardo Anaya por el video del hermano del presunto lavador de dinero, Manuel Barreiro, y de la denuncia de Ernesto Cordero, correligionario y presidente del Senado. Tan simple como decir que la encuesta era obsoleta y que los números no reflejaban la realidad del momento, en lugar de elaborados e indescifrables argumentos.
Los tuits de los candidatos son la medida de su capacidad y claridad estratégica. No pasan la prueba. El PRI debiera tener cuidado en avalar el dicho de Enrique Krauze, sobre todo porque el historiador da por hecho de que López Obrador ganará la Presidencia. Lo que sí es del todo atendible es el derecho a la crítica, presente en el comunicado de Meade.
En la referencia a Krauze queda claro que el candidato con ventaja no entiende qué es la tolerancia, ésta sin respeto es quimera. Además el crítico se refiere a un tema que es de la mayor importancia: las consecuencias de que Morena y la coalición Juntos Haremos Historia ganaran la mayoría absoluta del Congreso, supuesto que avalan varios de los estudios serios de intención de voto, incluso se podría pensar en que la coalición pudiera lograr mayoría calificada para emprender reformas constitucionales.
El problema del PRI no es la campaña, es navegar por años con la guardia baja sin anticipar lo que le venía. Es revelador que hace algunos meses el ahora ex dirigente nacional del PRI, Enrique Ochoa, pretendía eliminar la representación proporcional en la integración de las Cámaras. Es decir, se pensaba en un PRI que ya no existía, el del voto duro, el que tenía mayor capacidad para ganar estados y distritos. Por esa misma razón el PRI accedió a unificar las elecciones locales con la presidencial y hacer de ésta una gran batalla. Un error elemental por quienes no entendían la crisis del PRI. Seguramente una reforma hecha desde el centro, sin visión ni sentido de la realidad.
La recta final decanta el acumulado de años. El candidato del partido gobernante encara un desafío que excede a sus atributos y a las capacidades de la campaña. Ya se ha dicho, en las condiciones existentes el PRI debió hacer de la contienda 50 o 100 batallas, lamentablemente se impuso el centralismo y buena parte de la apuesta está en lo que ocurra en la contienda presidencial. Todavía hay tiempo y en lo que queda es importante un balance en territorio de fortalezas y oportunidades.
La apuesta a la estructura territorial para la movilización el día de la elección no es definitoria en el marco de grandes diferencias y elecciones muy concurridas. Seguramente López Obrador hubiere ganado en 2006 si hubiera atendido la representación en casillas en los estados de Querétaro, Guanajuato, Michoacán y Jalisco, territorios en los que se hizo la diferencia. Movilizar y vigilar el 1º de julio será fundamental para el PRI y para todos.&