Milenio Tamaulipas

Crítica a La academia

- Álvaro Cueva alvaro.cueva@milenio.com

8n amigo siempre te va a decir la verdad y como yo soy amigo de muchas de las personas que hacen La academia les voy a decir lo que pienso de lo que estrenaron el domingo pasado:

Su programa apesta, es pésimo, ni siquiera merece llamarse La academia.

Es una vergüenza que a estas alturas de la ya larga historia de Tv Azteca se produzcan cosas así, mal contadas, llenas de errores, como si no hubiera experienci­a, como si esos 25 años que tanto se están celebrando ahí, en la televisora del Ajusco, no significar­an nada, como si estuvieran de adorno.

Y como soy su amigo y como los quiero mucho, los invito a que recapacite­n, a que hagan un ejercicio de autocrític­a, a que corrijan y a que nos vuelvan a dar la magia que en 2002 nos dio aquel bellísimo experiment­o titulado precisamen­te así: La academia.

Es más fácil de lo que se imaginan. No necesitan contratar a más estrellas de Televisa, ridiculiza­r a las pocas figuras que quedan en Tv Azteca, tirar millones de pesos en promoción ni maltratar muchachos para fingir una disciplina que no existe en ninguna parte de sus pantallas.

Lo único que necesitan es pensar en el público, amarlo, respetarlo, escucharlo, atenderlo.

La gente que ve los diferentes canales de la televisora del Ajusco no está ahí ni por naca, ni por retrógrada ni estúpida. Todo lo contrario, está ahí porque salió huyendo de Televisa, porque quiere calidad.

Sean sinceros: ¿ustedes le están dando esa calidad? ¿Se la están dando con La academia 2018? ¿Les están ofreciendo alguna diferencia sustancial respecto a los mil formatos de talento que existen hoy en el mercado?

Con todo respeto, siento que ustedes se están portando como los más legendario­s partidos políticos de este país: se están equivocand­o, se están traicionan­do, se están juntando con el enemigo.

Y así como el pueblo castigó a PRI y PAN en las elecciones del 1 de julio, no se asusten si al rato los castigan a ustedes con el mismo rencor por la misma ausencia de humildad, por no entender que las audiencias es- tán ofendidas, por no percatarse de que quieren un cambio.

¿A qué me refiero cuando hablo de pensar en el público? A cosas tan básicas que hasta pena me da escribir en esta columna.

¿Por qué el domingo pasado, por ejemplo, nunca nadie se tomó la molestia, desde el principio, de explicarle bien al pueblo de México qué es La academia?

¿Por qué los responsabl­es de este proyecto asumieron que todo el mundo sabía de qué trataba eso?

Las nuevas generacion­es no estuvieron ahí. ¡No les interesa!

Se me hace imperdonab­le que se haya cuidado más a los jueces que el hecho de contarle a los espectador­es qué se busca con ese programa, cómo se eligió a los participan­tes, cómo se gana, cómo se pierde, cómo se participa desde casa y qué le van a dar al primer lugar.

La academia no es un talk show atascado de personajes grotescos donde lo único que se puede hacer es pelear, mover las nalgas o discutir.

La academia es un reality show que cambia vidas, que convierte los sueños en realidad, que le da la oportunida­d de salir en televisión abierta privada nacional a talentos que de ninguna otra manera podrían hacerlo.

Por eso le ganó a Operación triunfo de Televisa la primera vez. ¡Porque era de verdad!

La academia no vale ni por su bonito conductor, ni por su despechuga­da compañera, ni por las jetas de los críticos ni por los dramas de sus participan­tes.

La academia vale por las familia mexicanas que la miran, por el llame ya, por las multitudes que salvan a quienes tienen talento.

¿Y quién pensó en ellas la noche del domingo pasado? Nadie.

Hay más alma en las secciones de canto de los programas de revista de los estados de la República que en esto que se supone que es un proyecto competitiv­o a escala mundial.

Estoy muy decepciona­do. Me podría ir minuto a minuto destruyend­o desde los pésimos textos que hicieron titubear a un conductor con el currículum de Adal Ramones hasta los micrófonos que no funcionaro­n, la dirección de cámaras que no supo contar nada y más, muchos problemas más.

Pero no tiene caso. Todo esto es obvio y solo se corrige de una manera:

Pensando en el público, cantándole al público, conduciénd­ole al público, criticándo­le al público, moviéndole a la participac­ión del público.

Si las audiencias se montan, no importa si los muchachos cantan como Luis Miguel, si los jueces saben de lo que hablan, si el conductor es chistoso, si el escenario se ilumina con en Las Vegas o si el himno es peor.

Se habrá creado magia. Se habrá rescatado La academia. Y yo creo que se eso se trataba este lanzamient­o. ¿O usted qué opina?

Queridos señores que están detrás de esto: recapacite­n. No hagan un refrito tipo Televisa. Atrévanse a crear, a ser TV Azteca. Atrévanse a hacer la televisión que nos merecemos. Se los suplico como su amigo que soy.

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ÉDGAR NEGRETE Con todo respeto, siento que se están portando como partidos políticos.
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