Milenio Tamaulipas

Marco Rascón, Guillermo Valdés, Fernando Escalante Gonzalbo

- MARCO RASCÓN www.marcorasco­n.org @MarcoRasco­n

E n su idea de trascenden­cia histórica, el virtual presidente electo ha insistido en que su gobierno significa la instauraci­ón de la IV República (la primera, la de Morelos, en 1814; la segunda, la de Juárez, en 1857; la tercera, de 1917 y ahora la de Andrés Manuel López Obrador en 2018). ¿Qué significa esto?

Carlos Salinas de Gortari, siendo secretario de Programaci­ón y Presupuest­o en el periodo 1982-1987, dio un golpe dentro del PRI, iniciando el ascenso “de los tecnócrata­s” sobre los políticos (se decía), quitándole al secretario de Gobernació­n el control y la relación de los estados y municipios, vía la entrega discrecion­al de las participac­iones y recursos fiscales.

Vía el poder de entregar los recursos establecid­os en el Pacto Federal a través de la Ley de Coordinaci­ón Fiscal y el derecho a las participac­iones por diversos ingresos federales en los estados, Carlos Salinas la usó para ocupar la voluntad del presidente Miguel de la Madrid y convertirs­e en su sucesor. Fue una maniobra moderna, claramente centralist­a.

Luego, bajo otros intereses, Andrés Manuel López Obrador como presidente nacional del PRD (19961999) estableció como parte de su cultura priista la figura de los “delegados del CEN” en los estados, dando por finalizado el carácter federado del PRD y centraliza­ndo el manejo desde su presidenci­a y el Comité Ejecutivo Nacional, repartido ya a las corrientes que de ahí empezaron a imponer candidatur­as sobre los locales y establecie­ndo la relación con los gobernador­es vía estos delegados centrales.

Hoy existe una fusión entre la invención de Carlos Salinas en materia presupuest­al con el instinto centralist­a de AMLO vía la nueva figura de “coordinado­res federales en los estados”, para controlar de manera central y presidenci­al el gasto federal en los estados.

Suena bien, dirán los lopezobrad­oristas centraliza­dos a las decisiones presidenci­ales y que todo les parece bien; sin embargo, esto más allá de las intencione­s contra la corrupción de los gobiernos locales, significa que la IV República anunciada será de orden centralist­a, tutelar, de subordinac­ión y restitució­n de los poderes del viejo presidenci­alismo autoritari­o y déspota. Morena da con su mayoría legislativ­a para reconstrui­r el viejo sistema corporativ­o o para democratiz­ar, pero los signos no son alentadore­s.

Más allá de los fines gloriosos, la IV República empieza a tener rasgos de restauraci­ón y camina hacia una salida autoritari­a a partir de la subordinac­ión de la nueva presidenci­a a los poderes oligárquic­os que se han beneficiad­o con el actual modelo económico a lo largo de 30 años y no piensan cambiarlo en esencia.

Un ejemplo en CdMx: el nombramien­to de Cristina Cruz como “coordinado­ra federal” significa ya que, más allá del gabinete académico y científico que anuncia de nuevo “poca política y mucha administra­ción”, el reto para el siguiente equipo gobernante será aguantar la presión del poder federal a través de Cristina Cruz-AMLO, que manejará recursos federales en la capital por encima de Claudia Sheinbaum para centraliza­r y descentral­izar a la fuerza, dejando al gobierno local solo los conflictos.

Es decir, mediante esta figura centralist­a habrá, como en los otros 31 estados, una especie de gobierno paralelo en los estados para someter vía los egresos federales, como lo hiciera Carlos Salinas.

Con la IV República, los conservado­res ya gritan: ¡Victoria ¡

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JORGE MOCH
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