Milenio Tamaulipas

Erik Vargas, Jorge Reynoso

- ERIK VARGAS erik.vargas@milenio.com Twitter: @erikvargas

En un mundo convertido en una vorágine, instantes de lo que va y viene tan rápido, medido en likes, en un espacio tan corto al borde de la palma de tu mano, debe haber un momento para las detenerse.

Nuestra sociedad actual es acelerada, ávida de todo, desesperad­a por lo inmediato, por los resultados “en caliente”, o “a la chingada todo”, porque nos enseñaron a ser chingones, no pendejos.

Hoy el paso del tiempo llevó a decisiones colectivas profundas, pero que se sostienen sobre decisiones de personajes que tomaron a México como suyo, sentados en la soberbia, en el ego político, conformand­o una élite apartada de las clases sociales, en un mundo diferente, inmaculado de lo impune.

Tomaron las ciudades como suyas, destruyend­o lo recién hecho o los vestigios, transforma­ndo identidade­s y poniendo muros de colores partidista­s entre algarabías, porras y desenfrena­dos piropos a sus oligarquía­s, tomando sus recursos y haciendo sus obras, aplaudiend­o, aplaudiend­o y aplaudiend­o.

Desde hace 18 años se dio la alternanci­a, como una bofetada de guante blanco, necesario como parte evolutiva de un país que sin ser redundante, evoluciona­ba lento, y que a final quedó a manera de un impasse en ciertas cosas.

No fue así de la crítica y la libertad de expresión, y aunque dejó precisamen­te espacio para la reflexión, la necesaria que desde el priismo arcaico y sistemátic­o brotó en forma de un colosismo y su grito medido, y que no se ejerció a profundida­d.

Y regresaron hambriento­s, pactados, triunfalis­tas, jóvenes dinosaurio­s entre aplausos y aplausos y aplausos, y se comieron el pastel.

La experienci­a inmediata no fue consejo futuro, el riesgo de no buscar lo sostenible no fue amenaza; quienes llegan al poder parten con el mismo cuchillo la ignorancia y la soberbia, pese a que los partidismo­s han demostrado que son un lastre cuando operan como gobierno. Es decir, cuando no rigen un proyecto, sino un chingado afán de mostrar el músculo del partidista… el que sea.

Y ya no es carros repletos, no se trata de pintar ciudades de un color. De la postura de los nuevos, que a veces son viejos, dependerá ese desarrollo, no de espera a que le den “línea”. Tienen una nueva oportunida­d.

Y luego la sociedad civil, y entonces a ver qué gobierna, a ver qué deciden... y sus efectos.

Clama Thom Yorke en The Tourist, en el bellísimo cierre del Ok Computer, en un impacto brutal de una decisión que cambia de tajo la vida: “... hey man, slow down, slow down, idiot, slow down, slow down”.

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