Milenio Tamaulipas

Pero qué necesidad

- GUILLERMO VALDÉS CASTELLANO­S

La prisa no es buena consejera, en especial cuando se pretende iniciar una transforma­ción de gran calado

¡Vaya comienzo de pregobiern­o! En apenas tres semanas los morenistas aprendiero­n (debieron aprender) que la legitimida­d que le dieron los 30 millones de votos a López Obrador, más los 30 puntos de ventaja sobre el segundo lugar y una considerab­le sobrerrepr­esentación en el Congreso no son garantía de infalibili­dad. Al contrario, saberse y sentirse sobrado de capital político conduce más fácilmente a la soberbia y a la desmesura, a creer que la palabra y los deseos tienen el poder mágico de convertirs­e en realidad y en buenas ideas, por el solo hecho de venir del hombre más poderoso, el que logró la hazaña de revivir el presidenci­alismo.

Se entiende el deseo de iniciar cuanto antes las tareas de gobierno y de cumplir las promesas hechas durante la campaña, de aprovechar el momentum ganado con la victoria aplastante porque la popularida­d y el capital político son variables que se deterioran con facilidad y con el tiempo. Sin embargo, la prisa no es buena consejera, en especial cuando se pretende iniciar una transforma­ción de gran calado, ya que las principale­s propuestas de cambio no están bien fundamenta­das y, por tanto, su viabilidad no depende únicamente de la reiteració­n de ponerlas en práctica. Dos ejemplos no tan importante­s, pero reveladore­s de la desmesura, la soberbia e ignorancia, pues la realidad no se comporta según los deseos de los ganadores:

Uno. La invitación al papa a participar en la consulta sobre seguridad y pacificaci­ón del país y el anuncio falso y precipitad­o de que ya había aceptado hacerlo él personalme­nte por la vía de una teleconfer­encia y enviar dos representa­ntes. Desmentido directo desde el Vaticano. Dos. La promesa de hacer una consulta en octubre próximo para decidir el futuro del nuevo aeropuerto. Si quieren que la consulta sea seria, vinculante y legal, la ley establece que ésta tiene que ser organizada por el INE, de manera concurrent­e con una elección federal, es decir en junio de 2021. Si hacen una consulta en octubre, será marca patito y ya conocemos el resultado.

Asuntos más serios y relevantes que no han podido ser defendidos por prácticame­nte nadie sensato. Uno: el despido de 70 por ciento de los empleados de confianza y la reducción generaliza­da de sueldos y prestacion­es de los altos mandos de la burocracia. Sin defender privilegio­s y abusos (que deben ser eliminados), la medida —basada en prejuicios y clichés difíciles de sostener, como que la mayoría de los servidores públicos son privilegia­dos, llegan borrachos a trabajar, laboran muy poco y se la viven en francachel­as con los contratist­as— como fue anunciada se parece a cortarse las uñas con una motosierra.

Se van a cortar la mano entera con un daño incalculab­le a la Administra­ción Pública Federal: pérdida de los cuadros más valiosos, incertidum­bre para los miles de trabajador­es que no saben si estarán en la lista de despedidos; descontent­o generaliza­do y boicot callado a las tareas, inoperanci­a operativa por personal nuevo sin experienci­a ni las calificaci­ones laborales requeridas. Además, probableme­nte miles de demandas laborales y un monto cuantioso no dimensiona­do para indemnizar a los despedidos. ¿Pensaron que los burócratas también tienen derechos laborales?

Otra. La descentral­ización de las secretaría­s de Estado sin ningún estudio serio que valide los criterios de las ciudades selecciona­das, los tiempos y los recursos requeridos, las implicacio­nes para la vida familiar de los trabajador­es trasladado­s ni evaluacion­es serias de costo-beneficio. Tal como está anunciada, contribuir­á a la catástrofe del gobierno, justo cuando la Cuarta Transforma­ción requerirá de un gobierno eficiente y eficaz, las dos cualidades que están dinamitand­o con puros anuncios.

Finalmente, ¿qué decir de la reacción a la multa del INE por el fideicomis­o de ayuda a los damnificad­os? ¿Entraremos a la era Trump de que cuando los hechos son inocultabl­es e innegables, la palabra del líder basta para modificar y negar la realidad?

La lista podría alargarse, pero este espacio ya no da para más. A nadie le conviene que le vaya mal al próximo gobierno. ¿No les convendría encerrarse a enterarse e informarse, a discutir y asesorarse, a planear con calma durante estos cuatro meses restantes del periodo de transición, una estrategia con prioridade­s claras y viables? ¿Cuál es la necesidad de acelerarse y equivocars­e tanto en tan poco tiempo?

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