El futuro partido
a guerra contra la burocracia del presidente electo significa una nueva, intensa politización de la administración pública. Y por eso, de entrada un proceso de des-institucionalización. Es imposible saber cuál será el resultado de combinar cambio de sedes, reducción general de salarios, recorte de viáticos y choferes, y desaparición de más de la mitad del personal de confianza, con secretarios de estado sin ninguna experiencia. Aumentará el poder personal del presidente, es obvio, y es trivial. El problema es qué quiere, y sobre todo qué puede hacer con eso.
Es interesante la recuperación de la figura de los jefes políticos (y que se diga que es para ahorrar es un gesto muy simpático: enseguida se piensa en muchos otros posibles ahorros). Por supuesto, van a competir con los gobernadores, y en muchos casos mandarán más que los gobernadores. De eso se trata. Y habrá quien piense que no es tan mala idea. Pero la decisión también va a hacer mucho más difícil que los miembros del gabinete traten de tener una base de poder propia. Se dice que es con miras a las siguientes elecciones, para tener candidatos ganadores en todos los estados. Bien, es lo que hacen los políticos.
Seguramente también se va a aprovechar el sistema de procónsules para consolidar la presencia territorial del partido. De hecho, se podría aprovechar para desarrollar el partido, o mejor dicho, para crear un partido a partir de la confusa cargada de estos meses: construir un partido desde el gobierno, como instrumento de gobierno.
Si hiciera falta, se me ocurre que en la hemeroteca puede haber ideas. Rafael Segovia, en 1973: “Si la función de un partido es la conquista del poder, el PNR nace para cumplir una función distinta, su institucionalización… Calles funda el partido para contener el desgajamiento del grupo revolucionario, instaurar un sistema civilizado de dirimir las luchas por el poder… El poder, concentrado teóricamente en las manos de un jefe revolucionario, no tenía la maquinaria burocrática indispensable para su ejercicio, y mal que bien, allá en Querétaro se creó”.
Eso pasa cuando se destruye un régimen, que hay que comenzar a construirlo de nuevo. A veces sale bien.