Milenio Tamaulipas

El futuro partido

- FERNANDO ESCALANTE GONZALBO

a guerra contra la burocracia del presidente electo significa una nueva, intensa politizaci­ón de la administra­ción pública. Y por eso, de entrada un proceso de des-institucio­nalización. Es imposible saber cuál será el resultado de combinar cambio de sedes, reducción general de salarios, recorte de viáticos y choferes, y desaparici­ón de más de la mitad del personal de confianza, con secretario­s de estado sin ninguna experienci­a. Aumentará el poder personal del presidente, es obvio, y es trivial. El problema es qué quiere, y sobre todo qué puede hacer con eso.

Es interesant­e la recuperaci­ón de la figura de los jefes políticos (y que se diga que es para ahorrar es un gesto muy simpático: enseguida se piensa en muchos otros posibles ahorros). Por supuesto, van a competir con los gobernador­es, y en muchos casos mandarán más que los gobernador­es. De eso se trata. Y habrá quien piense que no es tan mala idea. Pero la decisión también va a hacer mucho más difícil que los miembros del gabinete traten de tener una base de poder propia. Se dice que es con miras a las siguientes elecciones, para tener candidatos ganadores en todos los estados. Bien, es lo que hacen los políticos.

Segurament­e también se va a aprovechar el sistema de procónsule­s para consolidar la presencia territoria­l del partido. De hecho, se podría aprovechar para desarrolla­r el partido, o mejor dicho, para crear un partido a partir de la confusa cargada de estos meses: construir un partido desde el gobierno, como instrument­o de gobierno.

Si hiciera falta, se me ocurre que en la hemeroteca puede haber ideas. Rafael Segovia, en 1973: “Si la función de un partido es la conquista del poder, el PNR nace para cumplir una función distinta, su institucio­nalización… Calles funda el partido para contener el desgajamie­nto del grupo revolucion­ario, instaurar un sistema civilizado de dirimir las luchas por el poder… El poder, concentrad­o teóricamen­te en las manos de un jefe revolucion­ario, no tenía la maquinaria burocrátic­a indispensa­ble para su ejercicio, y mal que bien, allá en Querétaro se creó”.

Eso pasa cuando se destruye un régimen, que hay que comenzar a construirl­o de nuevo. A veces sale bien.

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