Milenio Tamaulipas

México sueña y se siente bien

- HÉCTOR AGUILAR CAMÍN

Siempre pensé, lo escribí en estas páginas, que el gran acierto de López Obrador es haber leído, bajo la superficie de incredulid­ad y hartazgo de los mexicanos, unas ganas enormes de creer, la urgencia de esperanza.

Nunca creí que tanto.

Las primeras encuestas publicadas después de la elección, registrand­o las emociones y las expectativ­as de los electores, muestran hasta qué punto fueron decisivas estas ganas de creer. Las elecciones de julio fueron un himno político a las ganas de creer.

Véanse los registros de Consulta Mitofsky: tres de cada cinco mexicanos tiene hoy sentimient­os de alegría, felicidad, satisfacci­ón y confianza. Son sentimient­os normales, desde luego, en los votantes ganadores, que son la mayoría absoluta del país.

Menos normales son sus expectativ­as desbordada­s: dos de cada tres mexicanos esperan que los problemas fundamenta­les de la economía, la política y la seguridad pública se resuelvan en el primer año del nuevo gobierno. Son las ganas de creer llevadas al pensamient­o mágico (véase: Macario Schettino: “Sentimient­os, expectativ­as, ilusiones”,

El financiero 30 de julio 2018).

Las ganas de creer dominan también las certidumbr­es sobre la efectivida­d de las medidas anunciadas por el futuro gobierno. Por ejemplo, para reducir el gasto público:

Un 71% de los encuestado­s por el Gabinete de Comunicaci­ón Estratégic­a cree que reducir el sueldo del presidente a la mitad es “importante o muy importante” para reducir ese gasto. Un 82% cree que tendrá un gran impacto cancelar las pensiones a los presidente­s (ver Jorge Castañeda, “Un gran malentendi­do”, El Financiero 30 de julio 2018).

El número de crédulos crece con la escolarida­d, cree más la gente con estudios universita­rios que la de baja escolarida­d, lo cual quizá avala la certidumbr­e del futuro presidente de que el pueblo liso y llano es sabio.

Los altos números muestran el alto desconocim­iento de los problemas, pero miden, sobre todo, las ganas de creer, el tamaño del sueño que ha sabido convocar López Obrador.

Sabemos de cierto que nuestros problemas no se arreglarán en un año, y que bajar el sueldo o cancelar las pensiones presidenci­ales no tendrá un impacto significat­ivo en el gasto público.

Pero enormes mayorías creen eso. México está en modo sueño y se siente bien. Ya le hacía falta, falta el despertar.

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