Marea de antirracistas arrincona a neonazis
“No a un Estados Unidos fascista”, gritaron opositores a la manifestación
Una marea de miles de personas desbordó ayer las calles de Washington y obligó a una veintena de neonazis, envueltos en banderas estadunidenses, que habían llegado desde Vienna, Virginia, a celebrar su marcha por el supremacismo blanco en un rincón del Parque Lafayette, frente a la Casa Blanca.
Para evitar enfrentamientos, la policía municipal colocó a los neonazis en un pequeño perímetro cercano a la mansión presidencial, definido con unas vallas negras de un metro de altura. Se prohibió acudir a la marcha con armas de fuego, incluso para aquellos con permiso de porte.
Unite the Right (Unir a la derecha), que había organizado la manifestación de Charlottesville del año pasado, tenía permiso para reunir a 400 personas en la plaza Lafayette, ante la Casa Blanca, a partir de la 17:30 hora local y durante solo dos horas. Fueron recibidos por los gritos de al menos 300 contramanifestantes que vociferaban: “¡Vergüenza!” y “¡Váyanse de mi ciudad!”.
Tras marchar hasta la plaza Lafayette, los supremacistas fueron llevados, sobre las 18 hora local, en camionetas policiales a una estación de metro para su regreso. El número de contra-manifestantes también bajó en medio de la lluvia.
Desde temprano, grupos antirracistas protestaron pacíficamente frente a la Casa Blanca, blandiendo pancartas que decían “No a los nazis, no al Ku Klux Klan, y no a un Estados Unidos fascista”.
Tras el vallado, miles de contramanifestantes abucheaban a los supremacistas y gritaban consignas como “¡nazis, váyanse a casa!”, mientras agitaban pancartas con mensajes como “Sin odio, sin miedo”. Los organizadores de la marcha Unir a la derecha esperaban reunir a 400 personas, pero solo lograron convocar a unas 20, la mayoría hombres blancos.
Uno de esos manifestantes, de 21 años y que respondía al seudónimo de Karl, aseguró que había acudido a la protesta desde Dallas (Texas) porque quería defender los “derechos de todas las personas”, incluidos los blancos que, a su juicio, deberían ser mayoría en Estados Unidos.
A su lado, dos jóvenes cubrían su rostro con pañuelos, gorras y gafas de sol, mientras sostenían una bandera de EU que usaban para ocultarse cuando los periodistas se acercaban a ellos.
Brandon Watson, el único participante afroamericano, se unió a los neonazis porque “no importa de qué color seas” y, sobre todo, porque quería respaldar a su “amigo”, Jason Kessler, quien el año pasado organizó la marcha de Charlottesville (Virginia) donde una mujer fue asesinada.
Kessler volvió a convocar la marcha de este año y se dirigió a sus simpatizantes en varias ocasiones desde un escenario. Desde su rincón, los supremacistas podían ver hileras de policías locales con su chaleco amarillo fluorescente y, a pocos metros, miles de contramanifestantes.
Los actos, que comenzaron a mediodía y concluyeron unas seis horas después, se desarrollaron de forma pacífica, puesto que no llegaron a producirse choques entre neonazis y contramanifestantes.
El presidente de EU, Donald Trump, guardó silencio sobre el asunto y no rechazó la presencia de neonazis frente a la Casa Blanca, aunque el sábado, en un mensaje de Twitter condenó “todo tipo de racismo” e instó a los estadunidenses a unirse “como nación”.
Ayer se cumplió un año en que los supremacistas celebraron una marcha similar en Charlottesville, donde uno de ellos embistió a una multitud con su vehículo, asesinando a una mujer e hiriendo a otras 19 personas. Además, dos policías murieron entonces en un accidente de helicóptero cuando acudían a sofocar las protestas.