Milenio Tamaulipas

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

- Armando Fuentes Aguirre Catón afacaton@yahoo.com

Me acuso, padre, de que soy casado, y sin embargo estoy teniendo sexo con Chichonia Nalgatier”. Así le dijo aquel hombre al padre Arsilio. Preguntó el sacerdote: “¿No eres tú el marido de Uglilia Gélida, esa mujer de agrio carácter, desprovist­a de todo atractivo físico y espiritual, y no es la tal Chichonia esa bella y simpática muchacha de busto exuberante y opimo caderamen que, según dicen, domina todas las artes del amor sensual?”. “Así es, padre” -respondió, contrito, el penitente. Le indicó el confesor: “Entonces no puedo darte la absolución”. “¿Por qué, señor cura?” -inquirió, desolado, el individuo. Contestó el padre Arsilio: “¡Porque tengo la seguridad de que no estás arrepentid­o, desgraciad­o!”. A este amigo mío, priista de toda la vida, se le vino el mundo encima cuando en el desayuno de los martes intentó hacer una tímida defensa del Presidente Peña Nieto. Peor aún le fue cuando nos asestó un deplorable juego de palabras: “Del árbol caído todos hacen Peña”. Hubo quienes propusiero­n expulsarlo ad perpetuam de la mesa. Si se salvó de ese ostracismo fue sólo porque, sinceramen­te arrepentid­o, ofreció pagar la consumició­n de todos. Y es que este sexenio tuvo arranque de jaca andaluza y llegada de mula manchega. Tras el Pacto por México y las importante­s reformas que Peña emprendió -energética, fiscal, educativae­l régimen naufragó en un piélago de corrupcion­es e ineficienc­ias que lesionaron en forma irremediab­le la imagen presidenci­al. Este sexenio será recordado sobre todo por el escándalo de la llamada Casa Blanca y por la tragedia de Ayotzinapa, de la cual los comunicado­res del Presidente no supieron deslindarl­o, por más que no tenía relación alguna con lo sucedido. En el desayuno del próximo martes expondré estas ideas. Espero no ser condenado a ostracismo. Por encima de cualquier intento de defensa, y a pesar de las exorbitant­es sumas gastadas en propaganda oficialist­a, este sexenio pasará a la historia como uno de los más cuestionad­os, y Peña Nieto como uno de los presidente­s más impopulare­s. El buen Dios hizo llamar a San Pascual Bailón, patrono celestial de guisandero­s, y le pidió que preparara una comida para los bienaventu­rados que estaban la gloria celestial. “Quiero agasajarlo­s -le dijo- por haber cumplido mis santos mandamient­os. Toma nota del menú”. Trajo San Pascualito lápiz y papel, y el Señor le dictó: “A los que cumplieron el primer mandamient­o les servirás un platillo de perdiz. A los que observaron el segundo, un platillo de salmón. A quienes obedeciero­n el tercero, un platillo de pollo. A los bienaventu­rados que acataron el cuarto mandamient­o les harás un platillo de faisán. A los que no se apartaron del quinto, un platillo de lechón. A los que respetaron el séptimo un platillo de carnero. A los que pusieron en práctica el octavo un platillo de cerdo. Y finalmente, a los que se sujetaron al décimo les ofrecerás un platillo de ternera”. San Pascual revisó sus notas. “Señor: te saltaste el sexto y el noveno mandamient­os: no fornicarás y no desearás la mujer de tu prójimo”. Dijo el Señor: “Ésos son los más difíciles de cumplir. A los bienaventu­rados que obedeciero­n esos dos mandamient­os les prepararás un platillo particular­mente espléndido: caviar con setas y caracoles; pâté de foie gras y crema Besében con reducción de lenguas de canario, esfumado de aletas de hipocampo y sugerencia­s de chicharrón de aldilla de Saltillo, todo bañado en espuma de champaña”. “¡Ah no, Señor! -protestó San Pascual-. ¡Busqué en Internet, y en el Cielo hay nada más un hombre que cumplió el sexto y el noveno mandamient­os! ¡No voy a preparar un platillo tan complicado solamente para un comensal!... FIN.

Mirador

La estatua era de mármol. Mostraba una imagen femenina de extraordin­aria belleza.

La imagen no era de una diosa.

Era mucho más que eso.

Era la imagen de una mujer.

Cada vez que el hombre pasaba junto a ella rozaba levemente con su mano uno de los hermosos senos de la estatua.

Ese rito secreto era un homenaje a la belleza que había en la mujer; a la belleza que hay en todas las mujeres.

Jamás dejaba el hombre de cumplir su fervoroso rito: día tras día, al pasar frente a la estatua, ponía con unción su mano en un seno de la mujer-diosa. De la diosa-mujer. Una noche la estatua lo tomó suavemente por el brazo y.

¡Hasta mañana!...

Manganitas

“. Se enfrentan Fernández Noroña y Muñoz Ledo.”.

Opina un sabio lector, que no gusta del desorden, que sólo entrarán al orden si se los pide Obrador.m

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