Milenio Tamaulipas

Hasta que llegó Porfirio

El intestino sabe más, hay que escuchar a las entrañas. Florestán

- JOAQUÍN LÓPEZ-DÓRIGA lopezdorig­a@milenio.com Twitter: @lopezdorig­a Web: lopezdorig­a.com

Conozco a Porfirio Muñoz Ledo desde que era subsecreta­rio de la Presidenci­a en el sexenio de Luis Echeverría (1970-76), secretario del Trabajo, precandida­to presidenci­al y presidente del PRI.

En algunos momentos hemos tenido diferencia­s, son muchos años, pero siempre he reconocido su inteligenc­ia, es un hombre brillante, extraordin­ario tribuno, y su concepto de la política que lo ha llevado a cruzar gobiernos, partidos, transicion­es, y hoy lo confirma en la presidenci­a de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, donde desde el primer momento marcó su personal y documentad­o estilo.

El incauto fue Gerardo Fernández Noroña, al que nunca, nadie, había parado.

Muñoz Ledo lo hizo desde la sesión de Congreso general, el día uno, y en la primera ordinaria el martes pasado, cuando le reclamó a gritos su asistencia al mensaje del presidente Enrique Peña Nieto, el lunes en Palacio Nacional, donde el mismo Fernández Noroña le espetó: ¡Traidor!

Pero a la primera, lo paró:

—No acepto ninguna censura porque los actos públicos de las diputadas y los diputados son de nuestra exclusiva responsabi­lidad ciudadana y política.

—Moción de orden —vociferó Fernández Noroña desde su curul.

—No acepto su moción de orden porque no hay desorden, a no ser que usted quiera provocarlo, lo que no permitiré. —Me está faltando al respeto —le volvió a gritar.

—No le falto al respeto, usted nos faltó al respeto ayer y tuvo agresión física…

—Usted está mintiendo y exijo el uso de la palabra. —No se lo permito porque usted fue el agresor. No le voy a conceder el uso de la palabra. ¡No permitirem­os que usted ponga el desorden en este Congreso! ¡A ver quién gana: si un diputado o la inmensa mayoría de la Cámara! No lo voy a escuchar. Quítele el sonido por favor —ordenó. No le estoy aludiendo. El presidente (de la Cámara) no puede ser invocado para alusiones personales. Tome su asiento —le conminó cuando ya estaba en la tribuna, descamisad­o, en el micrófono de la secretaria de la mesa, una sorprendid­a Ana Gabriela Guevara. —¡No acepto su provocació­n!

—le volvió a decir el presidente.

—Insolente —le abroncó Fernández Noroña. —Usted es un golpeador –le respondió y enseguida dijo: Para que no hable de autoritari­smo, pido a la asamblea en votación económica si se le concede el uso de la palabra al diputado Fernández Noroña. Y por mayoría abrumadora no se la dieron. Ni la volvió a pedir ni a usar.

Nunca nadie lo había parado así.

Para que le vaya midiendo el agua a ya saben qué.

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