Héctor Zamarrón, Álvaro Cueva, Miguel Ángel Puértolas
Se avecina un cambio dramático en la clase política dominante, el desplazamiento en el gobierno de los altos cuadros formados en el ITAM y otras universidades privadas por un grupo educado en la Universidad Nacional y el Colegio de México.
En el tiempo largo de la vida nacional ha existido un péndulo que se mueve en una u otra dirección. En el México posrevolucionario y en los años del desarrollo estabilizador se encumbraron los egresados de la UNAM y el Politécnico, en parte porque las instituciones privadas de educación eran inexistentes o apenas comenzaba su desarrollo.
Desde los 80, en cambio, con el ascenso del neoliberalismo y el abandono de la ideología que acompañó al nacionalismo revolucionario, se dio un movimiento que llevó a los economistas del ITAM a ocupar las posiciones de poder en la burocracia mexicana, sobre todo en el ámbito económico.
La elaboración de políticas económicas quedó a cargo de una generación impulsada por Gustavo Petriccioli y Francisco Gil Díaz, quienes dirigieron el programa en economía del ITAM y después el Banco de México. A partir de ellos se volvió común, casi regla, la participación de economistas con esa formación académica en altos cargos de formulación de políticas económicas.
La socióloga Sarah Babb describió muy bien este fenómeno en su investigación The Rise of the New Money Doctors in Mexico (Proyecto: México. Los
economistas del nacionalismo al neoliberalismo, FCE). Ahora estamos frente a un futuro gabinete formado en la universidad pública y con una visión de políticas públicas que contrasta con aquellos tecnócratas.
Este quiebre político viene de la mano del fin del monopolio de una escuela de pensamiento, con orígenes en Chicago, y el arribo de otra generación de académicos que tiene la oportunidad y el reto de mantener la estabilidad económica al tiempo de disminuir la extrema desigualdad que propiciaron sus antecesores.
Esta suerte de péndulo académico-político traerá consecuencias de fondo en la sociedad mexicana, pero también en cuanto a la educación superior, pues revalorizará las escuelas deslegitimadas durante décadas.
Pierre Bourdieu tendría mucho que decir sobre este cambio, pero sin duda, una de las polémicas más interesantes que se aproximan es la propuesta de campaña de Morena de volver obligatoria y gratuita la educación superior y cuya médula es la creación de 100 nuevas universidades públicas en los próximos seis años.
¿Qué tan positivo será este giro abrupto en el origen y formación de nuestras élites económicas y políticas? Por ahora los mercados lo han recibido bien y la desigualdad que priva en México, incrementada en los últimos 20 años, obliga a probar nuevos enfoques.
Cuando el péndulo alcanza un extremo requiere volver al otro antes de alcanzar el equilibrio. Faltan 82 días para el cambio de gobierno, hasta entonces lo mejor es observar.