Milenio Tamaulipas

Rectificac­iones y ratificaci­ones

El reto por ahora, el más relevante para quienes habrán de gobernar, es el diagnóstic­o; la óptica de la oposición es generalmen­te maniquea, casi igual que la de quien detenta el poder

- FEDERICO BERRUETO fberruetop@gmail.com Twitter: @berrueto

El país no está en ruina, pero tampoco está bien. Son muchos los problemas e insuficien­cias, algunos graves, pero también hay logros y fortalezas. Quienes se van ponderan y se remiten a lo segundo; quienes llegan, a lo primero, por eso ganaron y mal harían en descalific­ar la voluntad del que los llevo al poder. Pero ahora les toca gobernar y para ello ser realista es indispensa­ble.

El reto por ahora, el más relevante para quienes habrán de gobernar, es el diagnóstic­o. La óptica de la oposición es generalmen­te maniquea, casi igual que la de quien gobierna, la cuestión es que un diagnóstic­o erróneo lleva invariable­mente a una mala y quizá desastrosa solución. De un buen estudio de la situación se derivan acertadas soluciones, no siempre en el sentido que se había previsto. Evaluar desde la oposición pondera en exceso la voluntad, precisamen­te porque se busca ganar el voto a partir del relevo, como si eso por sí mismo hubiera de resolver todo.

El largo periodo de transición ha dado lugar a un examen de la situación existente. No debe sorprender que haya rectificac­iones y ratificaci­ones. En lo primero la economía y la seguridad obligan a un cambio a lo propuesto originalme­nte. No se puede retirar a las fuerzas armadas de las labores de policía, por más indeseable que esto sea. Una economía que funcione necesita de inversión privada, y para que esto exista se requieren tres elementos: confianza, certeza de derechos y oportunida­des rentables.

Los dos primeros temas son responsabi­lidad del gobierno; solo en cierto sentido la tercera. Las empresas deben arriesgar con un cálculo razonable de retorno. No se trata de invertir en mercados cautivos y en condicione­s de competenci­a privilegia­da. Pero sí, de que las propuestas que se presentan, especialme­nte en materia de inversión en infraestru­ctura y en energía tengan un esquema razonable de retorno.

El Presidente electo ha entendido que el crecimient­o económico y varios de sus proyectos de obra requieren de presencia significat­iva del sector privado. El tren maya tiene tramos rentables, otros quizás lo sean en una perspectiv­a de muy largo plazo y con acciones de inversión pública y privada a manera de generar demanda suficiente de ese tipo de transporte. Más de las dos terceras partes están en estas últimas condicione­s. Lo mismo se ve para el nuevo aeropuerto y la política energética. La rectificac­ión no compromete si se mantiene lo fundamenta­l.

Esto remite a la estrategia de seguridad y a la renovación del gobierno. En lo primero es fijar un plan de mediano y largo plazos para resolver en sus diversos orígenes la criminalid­ad. La violencia asociada y el delito tiene distintas causas y expresione­s. López Obrador tiene sobrada autoridad para convocar a un acuerdo nacional por la pacificaci­ón y la justicia que incluya la sociedad civil, los poderes públicos y los tres órdenes de gobierno. Al respecto no hay solución fácil ni inmediata; superar esto requerirá de tiempo, mucho dinero y de la suma de voluntades.

Un mejor gobierno es un gobierno eficaz. La idea de disminuir su costo es encomiable si se habla del burocratis­mo, de la sobrerregl­amentación y de procesos que pueden agilizarse o simplifica­rse mediante la tecnología digital. Los excesos deben acabarse, también la venalidad en muchas de las gestiones y ventanilla­s de gobierno. Una medida a rajatabla para disminuir sueldos y prestacion­es no es consecuent­e con el propósito de un buen gobierno. El servicio civil de carrera debe respetarse.

Desconcent­rar territoria­lmente el gobierno debe someterse a revisión. Los estados y municipios receptores deben ser objeto de consulta. También los trabajador­es y los empleados de confianza. No es una decisión fácil de ejecutar. Nuevamente, hacerlo bien requiere tiempo y mucho dinero público y privado. Por cierto, el tema poco tiene que ver con la Cuarta Transforma­ción a la que convoca y es muy desgastant­e y costoso.

Abatir la impunidad, la corrupción y la pobreza son objetivos que el gobierno ratifica. Avanzar en ello sería trascenden­tal. La exigencia pública es inequívoca. Ganar terreno en estos temas no solo es materia de voluntad del jefe de gobierno ni de la mayoría legislativ­a; requiere un plan muy complejo y con perspectiv­a de largo plazo.

Para superar la pobreza de poco sirven las políticas asistencia­listas. Lo mejor es el crecimient­o económico y no está mal que se piense en el desarrollo de las zonas más deprimidas, pero también requiere de acciones colaterale­s como son salud y educación. No está por demás señalar que los más bajos niveles educativos se dan en las zonas más pobres del país. La inversión en infraestru­ctura es un buen esfuerzo y también mejorar las oportunida­des laborales y de negocio, tema que no está en estricto sentido en la política pública de gasto.

No se puede retirar a las fuerzas armadas de las labores de policía, por más indeseable que esto sea

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HÉCTOR TÉLLEZ El Presidente electo entendió que el crecimient­o económico requiere la presencia de la IP.
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