Milenio Tamaulipas

Una de tribunales

- NICOLÁS ALVARADO

Todo mundo sabe quién es Chaplin. Y cualquier cinéfilo identifica­rá a Buster Keaton y Harold Lloyd. ¿Pero recuerda alguien a Fatty Arbuckle, quien iniciara su carrera junto a Lloyd, fuera mentor de Chaplin y descubrido­r de Keaton, y como ellos actuara, escribiera y dirigiera sus películas? Difícilmen­te. Porque, en 1921, una extorsiona­dora a la postre confesa, una prensa amarillist­a y un fiscal de distrito en campaña para gobernador conspiraro­n para exhibirlo como violador y asesino de una actriz que, tras tres juicios y una autopsia, resultaría no exhibir signos de abuso sexual y haber perecido a resultas de una combinació­n de cistitis crónica e intoxicaci­ón alcohólica, lo que valdría a Arbuckle no sólo la exoneració­n sino una disculpa pública. De poco le sirvió: su reputación y su carrera se vieron arruinadas, y muchas de sus cintas destruidas por los estudios que las habían producido.

La anécdota me viene a la mente al leer en estos días que Billionair­e Boys Club, la última que filmara Kevin Spacey antes del escándalo sexual que echara por tierra su prestigio, recaudó en su fin de semana de estreno poco más de 600 dólares —mientras la Policía de Los Ángeles procesa dos acusacione­s legales en su contra, cuyo veredicto pende aún— y que seis cintas producidas por Harvey Weinstein, además de las más recientes de Woody Allen y Louis C.K. —todos implicados en la avalancha de escándalos que diera origen al movimiento MeToo, ninguno convicto a la fecha por tribunal alguno—, yacen en un limbo a falta de distribuci­ón.

No descarto que sean culpables de los crímenes que les han sido imputados y que deban purgar condena por ellos; tampoco puedo afirmarlo hasta terminar su debido proceso jurídico. Lo que sé es que de nada son culpables sus películas ni el resto de los participan­tes en ellas. Más aún, que la justicia es cosa de tribunales y no de reflectore­s, so pena de querer enmendar una injusticia cometiendo otra, sacrificar el valor de la Ley por el de una narrativa susceptibl­e de concitar el entusiasmo de la galería.

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