Milenio Tamaulipas

Un lugar más habitable

- MAURICIO FLORES CIUDAD DE MÉXICO

Aléjate de la pólvora y acércate al tintero, le habría dicho al joven Poe su profesor de Historia Natural. “Tienes talento, Edgar, y un corazón para las cosas sombrías”. Vaticinio que se materializ­aría en el tiempo a niveles insospecha­dos, del tamaño que a la fecha se le otorga al patriarca de las literatura­s fantástica y policiaca, luego de un caminar por la vida no exento de los más rudos tropiezos. “Me gustaría atestiguar en qué clase de escritor te vas a convertir”, añade el catedrátic­o Emmet. El joven Edgar mira entonces al techo, y observa un dibujo al carbón de Byron. “En uno que jamás será olvidado”, resuelve apresurado. “Parrandea menos y escribe más”, se le contesta. Diálogo del conjunto que conforma la nueva novela del jalisciens­e Bernardo Esquinca (1972), Las increíbles aventuras del asombroso Edgar Allan Poe, que si bien es un trabajo de ficción, recoge de manera imagina- tiva parajes fundamenta­les en la vida del célebre escritor. Esquinca muestra al lector las peripecias de un Poe en formación, como estudiante en la universida­d de Charlottes­ville, famosa por su disipada vida en sus primeros años, y como reporter en busca de aclarar la desaparici­ón de Cordelia, presunta hija de P. T. Barnum, empresario que instauró el llamado show de lo increíble. Convencido de que el éxito no necesariam­ente se acompaña de la felicidad, Poe no dudará en anteponer sus principios de vida a cada una de las experienci­as que la misma le pone por delante. Como tampoco olvidará los hasta entonces influjos fundamenta­les de su postrer canon literario. Todo para identifica­r el sitio donde lo imposible transforma al mundo en “un lugar más habitable”. Terminan las andanzas de Poe y uno se queda con ganas de más. Ya bien conocidos los secretos del personaje (muerto a los 40 años muy probableme­nte a causa de sus adicciones) quien desde la novela piensa: las puertas sirven para abrirse y no para cerrarse — siempre en un tiempo, eso sí. De ahí su evocación a su antiguo héroe: Sombra y nada mis noches y mis días,/ Salvo el instante que recuerdo ahora.

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