Milenio Tamaulipas

El ánimo revolucion­ario

Ciertament­e hay muchas cosas que se deben cambiar. A gritos lo está pidiendo la ciudadanía. Tales cambios, sin embargo, han de hacerse con buen juicio, sin vulnerar los principios de libertad y democracia

- ARMANDO FUENTES AGUIRRE

Don Algón, salaz ejecutivo, pasó un fin de semana en Cuernavaca con una linda chica a la que conoció en un bar. Terminado aquel buen fin le preguntó, evocador: “¿Olvidarás alguna vez, preciosa, lo que hicimos en estos dos días de pasión?”. La interrogad­a preguntó a su vez: “¿Cuánto me das por olvidarlo?”. El encargado de la recepción en el hotel les informó a Babalucas y a su esposa: “Por el precio de la habitación tienen ustedes derecho a dos niños gratis”. El badulaque se amoscó: “¿Y para qué diablos queremos dos niños, aunque sean gratis?”. Don Chinguetas le contó a doña Macalota, su mujer: “Anoche tuve un sueño muy extraño. Soñé que un hombre guapo y joven te iba a hacer el amor. Yo me interpuse, e hice que se alejara y te dejara en paz”. “¡Ah! -se irritó doña Macalota-. ¡Como siempre, metiéndote en lo que no te importa!”. En el próximo Presidente de México se nota un evidente ánimo revolucion­ario. La anunciada Cuarta Transforma­ción es presagio de cambios radicales, pues López Obrador ha dicho que se propone hacer de México un nuevo país, distinto por completo de éste en el cual hasta ahora hemos vivido. Sus declaracio­nes han empezado a concretars­e aun antes de que tome posesión de su cargo, y han sido causa de inquietud o enojo para algunos sectores. Ciertament­e hay muchas cosas que se deben cambiar. A gritos lo está pidiendo la ciudadanía. Tales cambios, sin embargo, han de hacerse con buen juicio, sin vulnerar los principios de libertad y democracia en que se finca la vida republican­a, y sobre todo mirando siempre al bien de México y de los mexicanos, no a la consumació­n de ocurrencia­s caprichosa­s que hagan que a quien las lleva a cabo se le compare con un chivo en cristalerí­a. En una escuela de la cual fui profesor se presentó una planilla para la elección de presidente de la sociedad de alumnos. Su lema de campaña fue: “Por una revolución sin cambios”. Los mexicanos no queremos eso, una revolución que nada cambie. Sabemos que en nuestra vida pública hay muchos vicios e incontable­s fallas que deben desaparece­r. Todos deseamos que AMLO logre esa transforma­ción, y que cumpla uno de sus lemas de campaña: “Primero los pobres”, pues si bien hemos hecho avances de considerac­ión en los valores de la libertad y el ejercicio democrátic­o, en lo que atañe a la justicia social estamos trágicamen­te atrasados, y la pobreza sigue siendo un grave problema sin solución. Al mismo tiempo esperamos que el ánimo de transforma­ción del nuevo mandatario no nos lleve a un peligroso radicalism­o de esos que generalmen­te desembocan en autoritari­smos caudillist­as, en populismos demagógico­s. Un proverbio mexicano ejemplific­aría la prudencia y el buen sentido que todo gobernante debe mostrar en su gestión, especialme­nte si el país que habrá de gobernar se encuentra en situación difícil. Ese sabroso dicho, aplicado a quienes cargan la imagen de una procesión, dice así: “Con tiento, santos varones, que el Cristo está apolillado”. Cierta mujer se estaba refociland­o en el lecho conyugal con un hombre que no era su marido. Llegó éste y la sorprendió en el trance. “¡Eres una infame! -le dijo hecho una furia-. ¿Así faltas a la fe que me juraste al pie del ara? ¡Peliforra!”. Replicó ella: “Por favor no uses palabras raras en la casa, y menos en presencia de extraños. Además tú también me has engañado muchas veces”. “Tienes razón -reconoció el marido-. ¿Te parece si olvidamos nuestras mutuas faltas y hacemos borrón y cuenta nueva?”. “Me parece muy bien -aceptó la señora-. Pelillos a la mar”. En ese punto intervino el sujeto que estaba con la señora. Le preguntó: “Ahora que ya se arreglaron ¿podemos continuar?”. FIN.

Mirador

Este baúl se llama en Ábrego “castaña” por la curva de su tapa, que recuerda la redondeada forma de ese fruto. El mueble conserva todavía aromas del pasado. En él guardaban las mujeres las sábanas y colchas, y entre ellas ponían membrillos o manzanas para perfumarla­s, o ramilletes de albahaca y de hierbita de San Nicolás. Cuando abres la castaña te saluda con la leve voz de sus bisagras. Cuando la cierras te despide con el sonoro adiós de su cerradura.

Recordemos ahora la muñeca que estaba -estaba- sobre una silla de la sala. Antigua, muy antigua, tenía ojos azules, dorados rizos y vestidito de terciopelo verde. La gente de la casa decía que perteneció a una niña que murió siendo muy niña. Algunas noches la pequeña se aparecía para jugar con ella.

Un día alguien tomó la muñeca y la guardó en el baúl, pues no le gustaba ver aquel recuerdo de la muerta. Esa misma noche se oyó el ruido del abrir y cerrar de la castaña, y la muñeca desapareci­ó. Nadie la volvió a ver nunca. La niña, dicen, la sacó de ahí y se fue con ella. Desde luego yo no creo en esas cosas que la gente cuenta, pero.

¡Hasta mañana!...

“Por una revolución sin cambios”. Los mexicanos no queremos eso, una revolución que nada cambie.

Manganitas

“. El PRD se renovará.”. Oyendo eso pregunté sin poner en la cuestión ninguna mala intención: “¿Qué es eso de ‘PRD’?”

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