“La lista de buenos propósitos acaba siendo una farsa”
No existe una fuerza mágica en el fin de año para ningún cambio o propósito. El año nuevo es solo una posición arbitraria en el calendario. No posee energía disponible alguna. Sin embargo, ambos eventos tienen profunda utilidad para instalar un parteaguas, entre la vida que hemos llevado, y los cambios que deseamos gestionar en ella.
La lista de buenos propósitos acaba siendo una farsa, porque pocas veces nos preguntamos las razones de esas pretensiones. Sin una convicción profunda, nuestros logros son una luz de bengala, destinada a apagarse en poco tiempo. Otra forma de autosabotaje es la falta de administración de los pendientes, la confusión entre lo urgente y lo importante, el desorden de ideas, y la no de definición de objetivos claros.
Es útil clarificar de manera tripartita nuestros asuntos inconclusos: anota en una primera lista aquellos proyectos verdaderamente importantes, ya iniciados en tu vida, pero que se han caracterizado por tu falta de compromiso y constancia. Pregúntate si realmente quieres conservarlos en ese estado en el año entrante, o en verdad quieres dar el salto del “me gustaría” al “me comprometo”.
Un segundo apartado contendría objetivos relevantes, que no has dado un solo paso en concreto para su aterrizaje. ¿Cuántas cosas, que representan un crecimiento poderoso en tu vida, permanecen en estado latente? ¿Deseas seguir dándote las mismas excusas?
La tercera lista incluye las situaciones dañinas que ya requieren ser canceladas en tu vida. Relaciones tóxicas que solo te empantanan, y en las que te empeñas en ver magia donde no la hay. Hábitos insanos que tienes y que sabes que te están destruyendo o entorpeciendo. Realiza un estimado de cuánta energía te vas a ahorrar si decides decir “ya no más” a todos esos lastres.
La lista de buenos propósitos acaba siendo una farsa