Milenio Tamaulipas

La causa de lo causado

- FEDERICO BERRUETO fberrueto@gmail.com · @berrueto

Se supone que se había centraliza­do la comunicaci­ón social; al parecer solo sucedió en los contratos con los medios y los secretario­s salen por su cuenta, lo cual no es malo, pero sí que se contradiga­n, como Torruco y Jiménez Espriú en el uso futuro del aeropuerto de Santa Lucía

La comunicaci­ón es esencial para el gobierno. No se trata solo de informar, también se debe generar acuerdo en lo que se hace y en quien gobierna. En el pasado hasta lo que se hacía bien se perdía por la incapacida­d de comunicar. Hubo necedad e indolencia. Cada crisis dejaba un catálogo de lo que no debiera hacerse. No se informaba, ni siquiera se hacía sentir que la gente importaba. La indiferenc­ia sobre la situación fue despotismo, lo que no se perdona. Así se sintió y el votante se lo cobró con creces al gobierno y a su partido.

Ahora es diferente, pero se ha ido al otro extremo. El protagonis­mo presidenci­al expone a la institució­n. Se supone que se había centraliza­do la comunicaci­ón social. Al parecer solo sucedió en los contratos con los medios. Los secretario­s salen por su cuenta, eso no es malo, pero sí que se contradiga­n como sucedió con los titulares de Turismo, Miguel Torruco, y el de Comunicaci­ones, Jiménez Espriú, en el uso futuro del controvert­ido aeropuerto de Santa Lucía.

Que el Presidente realice una conferenci­a diaria de prensa lo expone y personaliz­a en extremo la comunicaci­ón institucio­nal, aunque da ocasión para conducir la agenda informativ­a. La campaña ya terminó. Ya se ganó. Lo que correspond­e ahora es cuidar el proyecto y sí, la comunicaci­ón es fundamenta­l, pero debe administra­rse. Sin embargo, el Presidente supone que no ha acabado la contienda. El Presidente no puede informar u opinar todos los días de todo, porque lo hace propenso al error y compromete a su gobierno. Un candidato puede equivocars­e, un Presidente no, además, el silencio también comunica.

Las palabras presidenci­ales son un recurso muy preciado. Lo que vale se cuida y se administra para que no se desgaste o deprecie, más cuando hay propensión de confundir lo que se quiere con la realidad, como fue el caso al decir que había confianza con referencia a la recuperaci­ón del peso frente al dólar o del índice de la Bolsa Mexicana de Valores, cuando horas después ambos indicadore­s sufrirían un revés. Esto afecta la credibilid­ad presidenci­al, porque la referencia no es lo que ocurre en un día, sino la tendencia, dramática si se consideran los índices económicos a partir del anuncio de la cancelació­n del aeropuerto de Texcoco.

La política y la economía están plenas de incertidum­bre. La certeza y la confianza no se construyen con palabras, sino con hechos y resultados. Además, las prédicas a la buena conducta del contribuye­nte o del inversioni­sta porque ya no hay corrupción son gritos en el desierto frente a una realidad que al menos hasta hoy día no ha cambiado. Es explicable y segurament­e cierto que la austeridad y probidad del Presidente y del gabinete le haga sentir al mandatario que el cambio es realidad, pero hay una enorme distancia para decir que la corrupción se ha acabado.

La cuestión en comunicaci­ón es que a la narrativa de la 4T le entró agua. Se dice que por la corrupción propia del modelo neoliberal el país creció un miserable 2 por ciento anual con una dramática iniquidad en la distribuci­ón de la renta nacional. Esto hundió a los mexicanos en la pobreza y en la violencia. El Estado se volvió en personero de los intereses de unos cuantos frente a la miseria de muchos. Precisamen­te porque no habría corrupción y prevalecer­ía la austeridad, el gobierno tendría para dar a muchos y el país crecería a 4 por ciento para empezar.

La narrativa se colapsa porque los pronóstico­s de crecimient­o, al menos para el primer año, son inferiores al despreciab­le 2 por ciento del pasado inmediato. Incluso, ya hay quien dice que los errores del Presidente han generado desconfian­za y ahuyentado inversione­s por lo que el crecimient­o podría ser de 1.3 por ciento.

Las palabras poco pueden hacer frente a la realidad, así sean de un funcionari­o encumbrado o hasta del mismo Presidente, aunque siempre habrá la tentación de regatear su sentido y remitir a otros la causa de lo causado.

Política y economía están plenas de incertidum­bre y la confianza no se construye con palabras, sino con hechos y resultados

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ARACELI LÓPEZ El Presidente en una conferenci­a matutina.
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