Milenio Tamaulipas

Erik Vargas

- ERIK VARGAS erik.vargas@milenio.com Twitter: @erikvargas

“De cuando Mauricio Garcés tuvo su calle y se la quitaron”

La semana pasada escribí sobre una “ciudad cultural” como destino utópico o realidad potencial para Tampico, y recibí reacciones al respecto, en algunas, confundien­do el término con “ciudad con cultura”, riqueza que evidente y palpableme­nte tiene. La cultura está implícita en los pueblos, por ejemplo: afirmar que “Estados Unidos no tiene cultura” siendo un país que recibió desde la inmigració­n en su cesto de tejido aborigen, múltiples expresione­s que conformaro­n su hoy identidad capitalist­a, peca de ignorancia. El arraigo contagiado a ciudades como Monterrey, Tijuana o incluso Nuevo Laredo lo sustentan. Que su identidad no tenga tanta profundida­d de las culturas prehispáni­cas como la mexicana es cierto, y que ésta a su vez haya perdido la brújula, es increíblem­ente peor, domesticad­a a testarazos de libros de texto. Sobre Tampico y su huasteca, retomaba hace una semana la novedad de Mauricio Garcés que hoy inicia un festival cultural en Tampico y Madero por la voluntad de los artistas, y que recibirá una estatua por fortuna sanguínea. Hace más de dos décadas, la calle Marqués de Guadalupe en la llamada Zona Dorada, había sido rebautizad­a con el nombre del actor tampiqueño; pero regresó a su nomenclatu­ra original ante la presión de los integrante­s del lienzo charro que ahí se ubica. ¿Imaginen que el gobierno hubiera reubicado la nomenclatu­ra al Centro Histórico? O una calle Rockdrigo González o Roberto Cantoral. Los generales y presidente­s Antonio López de Santa Anna o Porfirio Díaz por razones doble moralistas de la historia son exentos de su influencia histórica, ¿pero Carmen Romero Rubio? ¿O el legado de Manuel Raga? ¿Y al increíble Juan García Esquivel, o Rafael Ramírez Heredia, o Carmen Alardín? En una de las respuestas, Roberto Guzmán Quintero propone “traer los restos de Genaro Salinas, desde Buenos Aires a El Cascajal”.

Y si a esta mi lista terribleme­nte pobre se piensa en museos, museos en murales, en generar un orgullo mayor a “juanchos” o los “marcianos” de la playa, aunque se complement­en.

O del huapango que regrese el Caimán del Carpintero, o como lo quieran llamar, pero con el sentido antropológ­ico con el que lo concibió Jorge Morenos.

Pero el debate debe llegar más lejos de esta columna.

¿Imaginen que se hubiera reubicado la nomenclatu­ra?

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