Milenio Tamaulipas

La Corte de la cuarta

- FEDERICO BERRUETO fberrueto@gmail.com · @berrueto

Que esté bien el máximo tribunal no significa que la justicia viva un buen momento; al contrario, es una de las debilidade­s del cuerpo nacional, aunque no sea imputable al primero, y funcionari­os de la Judicatura se han visto involucrad­os en escándalos de corrupción, aunque esto es excepción

El Presidente debe hilar fino en su relación con la Corte. Equivocars­e conlleva dos efectos: dejar que sus enemigos históricos del frente político hagan del máximo tribunal medio para sabotear el proyecto en curso al amparo de las facultades que le correspond­en como intérprete de la Constituci­ón y garante de la legalidad de todo acto de autoridad. El otro efecto es unificar en su contra lo que ahora está dividido entre conservado­res y renovadore­s.

Quien más sabe de la Corte en su equipo, la ex ministra Olga Sánchez Cordero, es la menos habilitada para entender la dinámica política y el movimiento de López Obrador respecto al Poder Judicial Federal. La secretaria de Gobernació­n es parte interesada y eso sirve para la interlocuc­ión hacia sus afines, lamentable­mente en lo fundamenta­l son quienes están del otro lado de la acera del Presidente.

La Corte de siempre ha tenido integrante­s de gran valor. El jurista Diego Valadés es de lo mucho rescatable del pasado. El primer presidente de la nueva Corte, Vicente Aguinaco fue clave en la consolidac­ión del máximo tribunal y para mantener distancia de los muchos intereses que pretenden influir en la justicia. David Góngora Pimentel fue un buen presidente y espléndido jurista, de una honestidad intelectua­l y profesiona­l ejemplar, reputación minada por un asunto personal y cobrado en exceso.

México tiene una buena Corte pero debe actualizar­se. José Ramón Cossío deja un gran un precedente por todo lo que hizo y representa. Fernando Franco, Alfredo Gutiérrez, Arturo Zaldívar, Javier Laynes han enriquecid­o a la Corte con una formación de excelencia externa al Poder Judicial, de la misma manera que mucho aportan quienes tienen como origen el propio tribunal: Pardo Rebolledo (nieto de un ex presidente de la Corte), Margarita Luna, Norma Piña y el actual presidente Luis María Aguilar.

Que esté bien la Corte no significa que la justicia viva un buen momento. Al contrario, es una de las debilidade­s del cuerpo nacional, aunque no sea imputable al máximo tribunal. Lo que sí le atañe es socializar la democracia constituci­onal, que la protección no sea para los privilegia­dos. Además, la Corte no ha sido inmune al nepotismo. Funcionari­os importante­s del Consejo de la Judicatura se han visto involucrad­os en escándalos de corrupción. Sin embargo, esto es excepción y en la Corte hay un sentido de probidad que no existe en el gobierno, mucho menos en el Poder Legislativ­o.

En dos decisiones se dirime el futuro de la Corte: la designació­n de su presidente y el nombramien­to de la vacante de José Ramón Cossío. Alfredo Gutiérrez es una de las opciones, con méritos suficiente­s por biografía y el rigor de su desempeño; sin embargo, concita los intereses que más se resisten al cambio y a la pretensión externa de políticos relevantes de antaño para hacer del tribunal un medio para anular al presidente López Obrador. La renovación la representa Arturo Zaldívar, quien habría de tener una relación constructi­va con el Ejecutivo, a la vez de que haría valer la independen­cia y autonomía del Poder Judicial no solo respecto al Presidente, sino a los intereses que buscan utilizar a la justicia para sus propios fines.

Bajo la misma considerac­ión de renovación, el Senado en su pluralidad debe apoyar la propuesta de Juan Luis González Alcántara; sus credencial­es acreditan la más rigurosa honestidad y calidad profesiona­l. No fue un acierto incorporar en la terna ex militantes o candidatas del partido gobernante. El Presidente tiene derecho, como en cualquier democracia, a presentar propuestas consecuent­es con su filosofía política, pero no de militancia partidaria. En el Poder Judicial debe haber mayor presencia de mujeres, pero no en esta coyuntura, por lo mucho que está de por medio.

La autonomía no debe servir para resistirse a la transforma­ción, tampoco para frenar en lo interno y en el país el cambio que la sociedad demanda.

Arturo Zaldívar y Juan Luis González Alcántara, claves para actualizar la SCJN

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ARACELI LÓPEZ La ex ministra Olga Sánchez Cordero.
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