¡A copiar!
El daño comienza desde la dictadura que, sobre todo a partir del populismo echeverrista, dejó de concebir al maestro como un pedagogo, usándolo en vez como un propagandista de su agenda política nacionalista, en el mejor de los casos, o en el peor como carne de marchas o hasta como porro golpeador, cuando hiciera falta.
Las prerrogativas sindicales, entonces, comenzaron a diseñarse para proteger y enaltecer en el escalafón magisterial a los operativos políticos leales a la autoridad, y no a quienes inspirabanlainteligenciaolabrújulamoraldelaniñezmexicana. Es decir, no a quienes fungían como maestros.
Por eso sin reforma laboral no puede haber reforma educativa: ésta no puede darse mientras no se reescriba el rol del maestro como pedagogo, o mientras se quiera seguir usando al magisterio principalmente como instrumento político gracias a su músculo sindical, uno que incomprensiblemente alcanza hasta lo que sucede en las aulas. Pero dudo que esa haya sido la intención de la administración de Peña Nieto, ni me parece que sea la de López Obrador.
Esteban Moctezuma, nuestro flamante secretario de Educación, dijo anunciando la inminente defunción de la reforma educativa que “ahora se vale copiar y se debe copiar, porque se debe trabajar en equipo. Ahora los niños deben aprender que el conocimiento es algo que se genera en lo individual y en lo social”.
Eso suena tan bonito como omitir los estudios de impacto ambiental para pedirle en su lugar permiso a la Madre Tierra de darle en la ídem a los pocos jaguares que quedan en el Mayab. Porque el aprendizaje colaborativo y la honestidad son animales enteramente distintos, demostrando Moctezuma de un plumazo no solo su incapacidad para el puesto, sino el pánico que en México se le tiene al proceso de evaluación, parte integral de toda educación digna de tal nombre.
Comencemos por los mitos y las leyendas: Sí, en Escandinavia sí hay evaluaciones, lo que no hay son exámenes, y menos de opción múltiple. No, la evaluación no tiene por qué ser punitiva, pero sí debe ser precisa y en última instancia individual; al graduarse, no va a andar buscando trabajo el salón entero.
Toda evaluación debe ser imparcial y transparente, es decir, el alumno y sus padres deben estar claramente informados sobre cuáles son los instrumentos con los cuales se evaluarán las distintas habilidades requeridas en los distintos niveles o grados —desarrollo del pensamiento crítico, resolución de problemas, comprensión, entre otras— y los parámetros bajo los cuales se calificarán.
No, la evaluación no termina en el alumno: engloba al alumno, al maestro, a la escuela y al método educativo
En Escandinavia sí hay evaluaciones, lo que no hay son exámenes, y menos de opción múltiple
usado por éstos.
Esto requiere de personal docente capacitado en todos los niveles, con inteligencia y cultura superiores al promedio y estándares éticos intachables.
En su lugar, tenemos a un sindicato que dicta ascensos, despidos y contrataciones bajo parámetros políticos, y a un secretario de educación que no tiene la menor idea de cómo funciona el proceso de enseñanza-aprendizaje. Y de la infraestructura, mejor ni hablamos.