“La austeridad es una forma de combatir la desigualdad social”
La reducción de los sueldos de la alta burocracia y el aumento de los salarios mínimos anunciada ayer (de 88 a 176 pesos diarios en la frontera norte y a 102 pesos en el resto del país; incrementos de 100 y 16%, respectivamente) son parte de una política de nivelación salarial orientada a reducir la desigualdad creciente en la distribución del ingreso, fortalecer el mercado interno y reactivar el crecimiento económico por el lado de la demanda.
La expresión coloquial es “reducir el sueldo de los de arriba, para subirlo a los de abajo”.
En tres décadas, la contención salarial se convirtió en el paradigma central del modelo económico neoliberal para ser “competitivos” en una economía crecientemente globalizada.
Sin embargo, lejos de alentar la productividad, la innovación tecnológica o la capacitación de la mano de obra, los bajos salarios durante un tiempo tan prolongado fomentaron lo contrario: el trabajo informal, la precarización del empleo y el estancamiento económico (un mediocre crecimiento de 2 por ciento del PIB en dos generaciones).
Durante años escuchamos decir que aumentos salariales altos traerían inflación, desempleo y devaluaciones. Sin embargo, a pesar de la contención salarial, tuvimos todos esos males en este periodo, con lo cual se evidenció que los incrementos al sueldo no eran el factor determinante de la falta de crecimiento. Al contario, la política de contención salarial es la causa de tener un mercado interno deprimido y precario.
Por supuesto, tampoco es saludable tener aumentos salariales por decreto y sin un sustento en la economía productiva real. Pero lo anunciado ayer tiene el consenso de los factores de la producción (empresariado) y del banco central como autoridad reguladora de la inflación. Es decir, no se pone en riesgo la estabilidad financiera y macroeconómica.
Veamos el otro término de la ecuación puesta en práctica por el presente gobierno: la reducción de los sueldos de la alta burocracia.
Un gobierno que plantea reducir la desigualdad en la sociedad no la puede reproducir en su interior. La diferencia salarial entre el Presidente de la República y la persona que le asea el escritorio todos los días no es mayor de 40 veces en Francia; de 42, en Alemania; de 38, en Suecia; de 42, en India y de 49 veces en Sudáfrica.
En México, esa diferencia es de 173 veces, con el sueldo oficial que reportaron Fox, Calderón y Peña (270 mil pesos mensuales, en promedio), mientras que con el nuevo sueldo topado de 108 mil 248 pesos que ganará el presidente AMLO esa brecha se reduce a 69.25 veces. Ahora bien, con el anuncio de ayer de 102 pesos diarios mensuales de salario mínimo, esa brecha se reducirá a 59 veces, un umbral más justo, digno y equitativo que el sostenido por los mandatarios anteriores.
La austeridad republicana es algo más que recortar el sueldo de la alta burocracia, para inducir gobiernos de bajo costo a los contribuyentes. Es, ante todo, una forma de combatir la desigualdad social en medio de una sociedad atravesada social, cultural y regionalmente por sendas fracturas salariales y de ingreso.
Un gobierno que plantea reducir la desigualdad no la puede reproducir en su interior