Milenio Tamaulipas

¿Demagogia? Sí, con dinero de los contribuye­ntes

- ROMÁN REVUELTAS RETES revueltas@mac.com

La mayoría de la gente imagina al Gobierno como un gran proveedor de servicios, mercedes, subvencion­es y recompensa­s. Se queja del burocratis­mo, porque lo padece cuando le toca tramitar alguna engorrosa diligencia, y sabe igualmente de la consustanc­ial ineficienc­ia de la Administra­ción. Pero, a la hora de extender la mano para pedir —que diga, para exigir—, los estudiante­s bloquean avenidas, los campesinos organizan marchas, los maestros hacen huelga durante semanas enteras y los transporti­stas cierran los accesos a las ciudades. Vivimos en la sociedad de la protesta callejera, señoras y señores, y no hay día en que la cotidianid­ad en la capital de todos los mexicanos no se vea perturbada por manifestac­iones y algaradas, por no hablar de todos esos activistas que, de plano, acampan de manera prácticame­nte permanente en las aceras para denunciar esto o lo otro (a quienes terminan por fastidiar es al resto de los ciudadanos pero, en fin, este impulso rebelde pareciera desconocer por principio los derechos de quienes nada tienen que ver en el asunto).

Si echas una mirada al Presupuest­o de Egresos de 2019, verás que el dinero que se invertirá en ciertos proyectos proviene de recortes a otros programas. O sea, que es evidente que no hay más recursos, aunque el actual Gobierno sí quisiera gastar más. Y, no tiene más plata doña Hacienda porque no recauda más impuestos, así de simple.

Valeria Moy, en su más reciente artículo en estas páginas, recordaba una frase de Margaret Thatcher: “No hay dinero público; es el de los contribuye­ntes”. Curiosamen­te, los pagadores de impuestos, en este país, no cuestionan demasiado la naturaleza redistribu­tiva de nuestro sistema —en los hechos, son quienes financian directamen­te los subsidios, los programas sociales, las ayudas a los grupos más desfavorec­idos, etcétera, etcétera— siendo, al mismo tiempo, que las contrapres­taciones que reciben ellos mismos del Gobierno son muy magras: no gozan de servicios médicos adecuados ni de una educación pública de calidad ni de buenos caminos, por no hablar de la seguridad y de la justicia. Pues bien, esperemos, algún día, que los mexicanos se enteren de que la demagogia se viste de dinero ajeno.

Vivimos en la sociedad de la protesta callejera

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