Gil Gamés
“Eso de la justa medianía juarista suena a hipocresía republicana”
Repantigado en el mullido sillón del amplísimo estudio, Gil leyó en su periódico MILENIO el arreglo entre los rectores y el Presupuesto del Presidente. Primero saludaron y celebraron la corrección, y luego, como centellas, los rectores se bajaron el sueldo. Un detalle de buena voluntad, dirán los académicos; una concesión innecesaria, dirá Gilga. Y duro y dale con que si alguien gana un buen salario se convierte con ese acto en un hombre o una mujer deshonesto, insensible. La lectora, el lector y le lectere lo saben: la idea de que empobrecernos es el camino para transformarnos y ser mejores le parece a Gamés demagogia pura. ¿No se trataba de generar más riqueza y de repartirla mejor?
Van a perdonar a Gil, pero eso de la justa medianía juarista suena más bien a una hipocresía republicana, o a una retórica morena, o las dos. Como dice un amigo: ¿Justa medianía? ¿Eso queremos? ¿Mediocridad? Ganar más dinero, ¿no es una ambición legítima? El que responda que no, es un mentiroso. Ahora mal sin bien: no hay que confundir salarios altos con corrupción. El primero se lo ha ganado por sus méritos, su preparación, su conocimiento; el segundo es un ladrón que roba cada vez que puede. Ah, las paradojas: la cuarta transformación le baja el sueldo al primero y quiere perdonar al segundo. Todo es muy raro.
Así y entonces, al bajarse los salarios los rectores se hacen eco rotundo de esta contrahechura que se llama así misma justicia social. Gil no tragará ese caldo frío y grasoso. Manchan su trayectoria: me llamo Enrique Graue, he estudiado toda mi vida, dedicado mi mejor esfuerzo a la ciencia y a la UNAM, ascendí por los peldaños más difíciles, fui presidente de la Academia Nacional de Medicina, y antes director del Conde de Valenciana de Oftalmología, dirigí la Facultad de Medicina. Pues bien: el Dr. Enrique Graue debe bajarse el salario como si fuera un cuatrero. No cuenten con Gamés para esta operación de chantaje, amenaza y simulación. Oh, sí.
Guardia Nacional
De que si no hay Guardia Nacional, el Ejército regresará a los cuarteles. Anja, sí comoño. Así lo dijo Alfonso Durazo y lo confirmó el presidente Liópez: “Tenemos que cumplir con la Constitución, no vamos a simular, esto no es el Porfiriato, o los tiempos posteriores, en los cuales la Constitución se respetaba en la forma y se violaba en el fondo”.
Según el Presidente, en el marco legal se podrían reclutar a más de 150 mil, “estamos buscando unir esfuerzos, voluntades amalgamando la Policía Militar con la Naval Federal”. Total: todo el dinero y todo el poder al Ejército. La situación así lo exige, pero estamos lejos, lejísimos de la salud, la ciencia, la tecnología. Hay prioridades; estas, zonas, o como ustedes quieran llamarlas, no figuran entre lo más importante; tampoco antes, por cierto.
Gil ha recordado de momento que en las letras estadunidenses, 2018 fue el año en el que dos de sus grandes referentes, se entregaron al sueño eterno: Philip Roth y Tom Wolfe.
Las letras mexicanas también perdieron a dos grandes: murió Sergio Pitol. En el prólogo que hace Enrique Vila-Matas a la compilación de sus cuentos se puede leer un fragmento de la vida de Pitol escrita por el mismo, un cuento brevísimo que habla de la vida y tal vez nos haga entender la muerte: “Nada logré poner en claro. Apenas la certeza de que los sinos ocultos están corroídos por la misma estulticia, el mismo caos, la misma incoherencia que padecen los hechos cotidianos. Confío, sin embargo, que algún día volverá la pantera.” Y murió también Fernando del Paso, autor de tres catedrales novelísticas. La otra aventura también le dedicó un espacio.
Fin de año
Gil recomienda de inmediato que le peguen al aguinaldo, por su madre y su padre. Así las casas (muletilla del no tan olvidado Grupo Higa), Gamés pasará a tomarse unas inmerecidas vacaciones y de no suceder algo gordo e imprevisto volverá a esta página del fondo el lunes 7 de enero.
Todo es muy raro, caracho, como diría Charles Chaplin: El tiempo es el mejor autor: siempre encuentra un final perfecto.