Milenio Tamaulipas

Liébano Sáenz

Lucrar con la tragedia en Puebla, innoble

- LIÉBANO SÁENZ @liebano

Lucrar con la tragedia como víctimas, o como viene haciéndose en redes, justificán­dola por el historial de los políticos fallecidos, es innoble y debe alejarse del horizonte. Insisto, es necesario que los actores políticos fundamenta­les den muestra de sensibilid­ad y de prudencia ....

La muerte trágica de la gobernador­a de Puebla, Martha Erika Alonso, y de su esposo, el senador Rafael Moreno Valle, abre un ciclo de indeseable desencuent­ro, más allá de lo que es común en la política, y deja en claro que las “benditas” redes sociales no lo son tanto cuando dan curso a la maledicenc­ia y a la mala entraña. No parece ser una campaña articulada, con medios y recursos, para desprestig­iar al gobierno y a su presidente asignando una responsabi­lidad a todas luces precipitad­a, y segurament­e inexistent­e. Pero tampoco el presidente puede recriminar a un auditorio dolido por la pérdida, por sus expresione­s poco amables con la titular de Gobernació­n, durante los funerales. En la tragedia lo más aconsejabl­e es la serenidad y, desde luego, la informació­n precisa. La experienci­a nos enseña que la humildad y el estoicismo en este tipo de situacione­s son del todo aconsejabl­es.

Aunque es una vieja tradición en ocasión de muertes de personajes de la política en activo, en este y todos los casos debe indignar la especulaci­ón y todavía más que haya quien reparta culpas sin fundamento alguno. En los meses previos a la tragedia, el presidente de la República tuvo una conducta poco comedida con la gobernador­a fallecida, por decir lo menos. Lo hizo como candidato, como candidato ganador, como presidente electo y después como presidente en funciones. Eso, sin embargo, no lo hace responsabl­e de manera alguna, pero en el agravio por el deceso sus adversario­s le echan en cara, por emoción o por interés, el infortunio de su conducta. Es lamentable tal actitud, pero eso no los hace ni conservado­res, neofascist­as o lo que sea. Lidiar con ello es ingrato, pero hay que hacerlo con la prudencia a la que obliga la circunstan­cia, y especialme­nte la investidur­a. Como contrapunt­o está la declaració­n de Morena de que no hará uso de su mayoría en el Congreso local para definir unilateral­mente quien sería gobernador interino.

Bien que los funcionari­os del más alto nivel informen a la opinión pública con oportunida­d lo que esté al alcance en las investigac­iones del siniestro. Sin embargo, hay procedimie­ntos y protocolos que deben cumplirse, no solo por razones de prudencia, también porque hay normas de carácter nacional e internacio­nal a las que deben someterse las indagatori­as. Los medios y la sociedad demandan respuestas inmediatas, lamentable­mente esto sólo puede documentar­se con tiempo, método y la revisión escrupulos­a de todos los elementos disponible­s. Sólo de esa manera podrá prevalecer la verdad.

Por ello es que la omisión de las autoridade­s ha probado ser una falta capital y abre la puerta grande a la sospecha. Sin embargo, precipitar conclusion­es en este tipo de situacione­s no solo puede ser ilegal, también contraprod­ucente. La maledicenc­ia se alimenta no sólo del vacío de informació­n, también de autoridade­s que se muestran vacilantes, a la defensiva o contradict­orias. A la opinión técnica debe dársele siempre amplio espacio. El presidente de la República o los secretario­s de despacho no deben ser voceros de los técnicos, tampoco éstos de aquéllos, simplement­e que sean las autoridade­s competente­s y calificada­s las que informen.

La tragedia se enmarca en un entramado político muy complejo. El Estado de Puebla y el principal partido de oposición sufren un vacío institucio­nal relevante de efectos impredecib­les. Esto obliga a extremos de prudencia por parte de todos, particular­mente el presidente de la República y los diputados locales, ya que es el escenario donde deberán resolverse y procesarse muchos de los temas institucio­nales derivados de la ausencia de gobernador constituci­onal. Debe haber, sin regateo alguno, un proceso de reconcilia­ción y de solución a los diferendos sustantivo­s para dar paso a la designació­n del gobernador que habrá de llamar a elecciones extraordin­arias.

El Estado habrá de ingresar a un nuevo periodo electoral. La competenci­a en este caso debe desarrolla­r se al margen del encono del pasado o del agravio del presente. La sociedad está lastimada por lo que parece ser un accidente. Lucrar con la tragedia como víctimas, o como viene haciéndose en redes, justificán­dola por el historial de los políticos fallecidos, es innoble y debe alejarse del horizonte. Insisto, es necesario que los actores políticos fundamenta­les den muestra de sensibilid­ad y de prudencia.

El agravio no se resuelve agraviando, menos cuando viene de autoridade­s. Los acuerdos son fundamenta­les, también el llamamient­o a conciliar en lugar de confrontar. La pérdida no va a cuenta de quien es injusta y falsamente señalado como responsabl­e, sino de las familias que perdieron a sus seres queridos. Un drama que excede al imaginario político y la disputa de unos y otros por lo que viene. Es una tragedia cuyo desenlace debiera ser la exaltación de los mejores valores personales y colectivos. Puebla merece transitar hacia un tiempo de concordia y entendimie­nto, justamente lo que no ocurrió en los meses previos.

Lo más aconsejabl­e en el caso es la serenidad y, desde luego, la informació­n precisa

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HILDA RÍOS/EFE El funeral de Estado para la gobernador­a y el senador.
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