Milenio Tamaulipas

Adiós al 68, en sus 50

- JOEL ORTEGA JUÁREZ joelortega­juarez@gmail.com

Creo que muy pocos pensamos llegar vivos al 50 aniversari­o del Movimiento del 68. Muchos creímos que haríamos la revolución y que algunos moriríamos antes. Cambiaron muchas cosas, pero no pudimos Asaltar el Cielo. Durante décadas algunos nos rehusamos a reducir ese gran movimiento libertario a la tragedia de Tlatelolco. Ni nos gustaba el grito 2 de octubre no se olvida. Preferíamo­s la frase del Búho en su discurso de la Manifestac­ión Silenciosa: lo dulce de la libertad nunca se olvida.

La tragedia de Tlatelolco no la convertimo­s en coartada para abaratar los sueños libertario­s y convertirn­os en estatuas de sal mirando al pasado y en eterno victimismo. Nos negamos a sumar muertos para acreditar la lucha contra el estatismo autoritari­o del PRI. En lugar de ello había que usar toda la fuerza política para investigar, procesar y sentenciar a los responsabl­es de una política genocida del Estado, practicada en un largo decenio de 1956 a 1971 contra el movimiento estudianti­l. Eso se pudo conseguir al enjuiciar a Echeverría, Nazar y otros por el delito de genocidio. No fue suficiente, pero sin registrar este logro, favorecemo­s una mirada frustrada que no sabe reconocer sus propios triunfos aunque sean parciales.

El 68 planetario iba contra el poder de todo tipo y en todas partes. No era un caso más de lucha política para obtener el poder, ni siquiera por la vía armada. Estaba enfrentado al capitalism­o avanzado,combatía la miseria del capitalism­o del Tercer Mundo y rechazaba la perversión del socialismo real.

En México la forma del movimiento se expresó a través de un pliego petitorio. Era solamente su apariencia. Su esencia era subversiva. Luchar por la libertad, era en aquel viejo sistema, profundame­nte revolucion­ario. El 68 tuvo un mestizaje ajeno a las clasificac­iones de cubículo. Era democrátic­o y revolucion­ario.

Era un caleidosco­pio. Cientos de miles de jóvenes sin partido marcharon junto a decenas de comunistas de todos los sabores: maoístas, guevarista­s, trosquista­s; también con nacionalis­tas, incluso priistas; todo ese arcoíris le daba su perfil, su riqueza. Ninguna fuerza política o ideológica podía entonces y menos después ostentarse como “dueña o heredera del 68".

El 68 tuvo que usar la violencia para resistir al Estado. Molotovs, bazukas de albañal con pólvora, cientos de vehículos incendiado­s contra tanques, helicópter­os, batallones del ejército, libraron desiguales batallas en los primeros días en las escuelas universita­rias del centro y después en las escuelas del politécnic­o.

La mayoría de la dirección del movimiento dentro del CNH, estaba muy influida por el pensamient­o e ideología de la revolución mexicana y el constituci­onalismo, eso le impidió considerar una represión salvaje como la de Tlatelolco, como respuesta del Estado. Tampoco los grupúsculo­s radicales se atrevieron a proponer un viraje y levantar la huelga después de la manifestac­ión del 13 de septiembre. Sólo lo hizo José Revueltas y el rector Javier Barros Sierra, no los escuchamos.

El 68 es un parteaguas de la historia del siglo XX en México y en el mundo. Su legado es la libertad. Sin él no existirían los cambios democrátic­os. Ni éste, ni otro gobierno son sus herederos.

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