Navidad en Costa Chica
La tierra donde nací es un mosaico cultural de diferentes etnias: mixtecos, afromexicanos, amuzgos, chatinos y mestizos; con gran generosidad, el terruño te recibe en estas fechas decembrinas con la efusividad de sus tradiciones
Pasar la navidad en la Costa Chica es una experiencia inolvidable. La celebración que nos reúne en diciembre tiene características que la hacen única, como la región misma.
La tierra donde nací es un mosaico cultural de diferentes etnias: mixtecos; afromexicanos; amuzgos; chatinos, y mestizos. Ometepec proviene del náhuatl y significa “lugar entre dos cerros”.
Con gran generosidad, el terruño te recibe en estas fechas con la efusividad de sus tradiciones: aromas, sabores y sones, chilenas y por supuesto villancicos, piñatas y posadas.
Cada diciembre se llena de la alegría con el canto de las pastorcitas, quienes celebran la llegada del Niño Dios.
Llegando de la iglesia acuestan al niño Jesús en el Nacimiento y lo arrullan con cánticos. Eso lo hacen las mujeres y los niños.
Al otro día, el 25, todos a la playa, donde se lleva el recalentado. La Costa Chica de Guerrero cuenta con hermosas playas, lo mismo en Marquelia, Las Peñitas, Playa Hermosa y Playa Ventura, en el municipio de Copala.
Por si fuera poco cuenta con una de las playas más hermosas del país: Punta Maldonado o El Faro, donde, se dice, nació La Chilena, nuestra mayor expresión musical de la región.
Disfrutar de nuestra gastronomía en un verdadero agasajo: lo mismo un enchirmolado de marrano, un vaso relleno, los famosos biuches, las enchilaquienes
Desde niño recibí la influencia de grandes poetas y bohemios como Álvaro Carrillo e Indalecio Ramírez
das rellenas, y qué decir del chilate, que hace muchos años era parte del salario de los trabajadores del campo.
Muy cerca de Ometepec se encuentra Cuajinicuilapa, que fuera el refugio de los negros cimarrones en la época de la Colonia, al no aceptar la esclavitud eran perseguidos por los españoles y asesinados cuando se les detenía.
Si se quiere conocer las raíces de la esclavitud hay que visitar Cuaji, que además cuenta con un museo afromestizo, que me tocó impulsar la primera vez que fui gobernador de mi estado.
A sólo 20 minutos de Ometepec se encuentra Xochistlahuaca, asiento del reino amuzgo, donde se tejen hermosos huipiles y diversas prendas utilizadas como lienzos, que compiten con la obra de cualquier artista.
Ometepec cuenta con una de las zonas arqueológicas más fasto cinantes de nuestro país: Piedra Labrada, hasta hoy poco explorada, no obstante considerarla una de las más grandes del país.
Desde niño recibí la influencia de grandes poetas y bohemios, como lo fueron Álvaro Carrillo, Rubén Mora Gutiérrez, Indalecio Ramírez y Juan García Jiménez.
No haría justicia al talento musical de la región si no citara a los famosos Magallones de Huehuetán y la Luz Roja de San Marcos.
“El Canto Criollo”, de Rubén Mora, dedicado a la Feria de San Mateo de Navidad y Año Nuevo, es uno de los poemas más hermosos de Guerrero, del cual ci- unas líneas: “¡Feria de luz y alegría! / morena feria de amor, morena por tu color, / morena porque eres mía, / Ometepec no sabría / soñar un sueño mejor / aunque ha sido un soñador / de sueños de fantasía…”.
Hoy estaré en mi Costa Chica porque algún día regresaremos donde duermen nuestros muertos, como decía Alfredo Zitarrosa, “y pisaré de nuevo los viejos andenes”, como lo expresara en una de sus más bellas canciones Alberto Cortez.
Del anecdotario:
Alguna vez me tocó presenciar la llegada de Álvaro Carrillo a la casa paterna:
—Lolita, regálame unos huaraches costeños, porque ya no aguanto estos zapatos. —Claro que sí, Alvarito.
Y con una garrocha bajábamos los tan ansiados huaraches para uno de los compositores más grandes que ha dado este país.
Lolita era mi madre, quien junto a mi padre administraba uno de los abarrotes más grandes de la región.
Alguna vez también le escuché narrar a manera de broma la historia de su canción “Sabrá Dios”:
—Es que fui al correo a comprar unos timbres y me atendió una señora de edad avanzada y cometí el error de decirle: ‘¿Señora me vende unos timbres?’, y la señora montó en cólera, pues me dijo: ‘Se-ño-rita”, aunque le cueste más trabajo’. Y yo me quedé pensando: ‘Sabrá Dios’” —remataba.