Milenio Tamaulipas

El chiste más pelado del año

Las personas de moral estricta han de abstenerse hoy de leer tamañas badomías. Busquen mejor la hermosa plegaria que en su “Mirador” pone hoy mi estimado colega Armando Fuentes. Él sí es hombre espiritual, no como el que escribe esta columna llena de pica

- ARMANDO FUENTES AGUIRRE

Lo prometido es deuda, dicen, aunque en tratándose de algunos políticos lo prometido es duda. Conforme a lo anunciado, hoy aparece aquí “El chiste más pelado del año”. Viene acompañado por otros cuentos igualmente de color subido ninguno de los cuales debería ver la luz pública. Las personas de moral estricta han de abstenerse hoy de leer tamañas badomías. Busquen mejor la hermosa plegaria que en su “Mirador” pone hoy mi estimado colega Armando Fuentes. Él sí es hombre espiritual, no como el que escribe esta columna llena de picardías y salacidade­s. He aquí, pues, esos nefarios cuentos. Pirulina, joven mujer que se jactaba de tener mucha experienci­a en todo lo relativo al sexo, contrajo matrimonio con Eroto, hombre de quien se decía que gustaba de toda suerte de heterodoxi­as en materia de sensualida­d. Al regresar del viaje nupcial una amiga de Pirulina le preguntó, curiosa, cómo le había ido en su luna de miel. Respondió ella, mohína: “Muy bien, en lo que cabe. En lo contrario no tan bien”. (No le entendí). El doctor Sístole Y. Diástole, cardiólogo eminente, pasó a mejor vida. En el velatorio sus familiares hicieron rodear el ataúd con coronas fúnebres en forma de corazón. Entró en la sala Empédocles Etílez, el borrachín del pueblo, y le preguntó al encargado: “¿Por qué las coronas del difunto tienen forma de corazón?”. Le explicó el sujeto: “Es que era cardiólogo”. “¡Uta! -exclamó Empédocles-. ¡No me perderé el funeral del ginecólogo!”. La película era francesa, de alto contenido erótico. El galán, tras desnudar a la protagonis­ta, la recostó en la cama, se inclinó sobre ella y le besó el ombliguito, el bajo vientre, el interior de los muslos, y luego el más íntimo encanto, el llamado mons Veneris, o monte de Venus. Babalucas le dijo a su compañero de asiento: “El pendejo anda todo destantead­o. Se ve que no sabe dónde se besa a una mujer”. Don Chinguetas y doña Macalota sostenían su enésima riña conyugal. Él le dijo a ella: “Cuando te mueras haré poner en tu lápida esta inscripció­n: ‘Aquí yace mi mujer, fría como siempre’”. Replicó doña Macalota: “Y yo haré poner en la tuya esta leyenda: ‘Aquí yace mi marido, duro como nunca’”. Don Algón, salaz ejecutivo, le contó a su socio don Acisclo: “Anoche tuve una horrible pesadilla. Me veía en el infierno como castigo por mis muchas culpas. Los demonios me llevaban a un aposento lleno de botellas de licor: whisky, ginebra, vodka, coñac, tequila, ron. Un grupo de bellísi- mas mujeres: rubias, morenas, pelirrojas, me ofrecían sus cuerpos”. Preguntó don Acisclo, sorprendid­o: “¿Y a eso llamas pesadilla?”. “Sí -replicó don Algón-. Las botellas tenían abajo un agujero, y las mujeres ninguno”. Afrodisio Pitongo, hombre proclive a la concupisce­ncia de la carne, salió con Camelina Teaser, joven mujer a quien apodaban “La tuerca”, porque al final se apretaba. De regreso de la cita, en el curso de la cual Afrodisio no consiguió nada, Camelina retuvo al impaciente galán en la puerta de su casa, y ahí le permitió que la besara con ardor y la acariciara con toda libertad. Afrodisio esperaba que con esos estímulos la Teaser lo invitara a pasar a su departamen­to a fin de terminar lo que en la puerta habían empezado, pero la chica no dio trazas de querer llevar las cosas más allá. Después de un buen rato de repetir las caricias y los besos, y sin recibir la anhelada invitación, Afrodisio le dijo a Camelina: “Creo que es mejor que me retire. No vamos a estar los tres toda la noche aquí parados”. ¿Cuál de todos estos chistes es el más pelado del año? ¡Díganlo mis cuatro lectores!... ¡Por mi parte les deseo un año nuevo lleno de amor, felicidad, salud y prosperida­d!... FIN.

Mirador

Plegaria de fin de año.

Gracias, Señor, por todas mis mañanas hechas de luz, y pájaros, y viento. Por la estrella sin número y sin dueño que hiciste por que yo la contemplar­a. Por la cintura azul de las muchachas, y por la frente blanca de los viejos, y por el sueño con que a veces sueño, y por mi cuerpo gracias, y por mi alma. Mucho me has dado a mí, que soy tan poco.

Hasta te diste tú, nieve en el lodo... ¿Qué para ti, Señor, no dejas nada? Gracias, pues, por mi mundo, niño y loco.

Y gracias por mi vida. Y, sobre todo, gracias porque he aprendido a decir: Gracias.

¡Hasta mañana!...

En el velatorio sus familiares hicieron rodear el ataúd con coronas fúnebres en forma de corazón

Manganitas

“. 2019.”. Queridísim­o lector: no obstante que no te veo, de corazón te deseo un Año Nuevo mejor.

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