“El controvertido perdón desde Palacio a corruptos no suma, sino resta”
La relación entre el perdón y la justicia mi estimado, no siempre es fluida. La frontera entre ambos conceptos, que a veces aparecen como contradictorios, puede ser falaz. 2018 fue un año con acontecimientos importantes siendo el más trascendental el resultado del proceso electoral del 1 julio. Ahí convergieron las emociones de millones de mexicanos desencantados, decepcionados, enojados, esperanzados y resignados.
El triunfo de López Obrador ocurrió en una mezcolanza de ingredientes sociales, económicos y políticos que desarrollaron la tormenta perfecta para derrotar a un PRI que con cinismo y enorme desvergüenza hizo del dispendio, el saqueo y los excesos un modo de vida. Un modus operandi. Sin temor a ninguna represalia la impunidad como sello de la casa (blanca).
La justicia es un imperativo racional mientras que el perdón es irracional. Éste no necesita razones lógicas para otorgarse.
El acto de perdonar sucede ante algo imperdonable. El presidente ha elegido perdonar a los corruptos sin distingo; a ex funcionarios, ex gobernadores y con ese mismo manto abriga a algunos en su gabinete, a otros en ambas Cámaras y un largo etcétera.
Esta curiosa acción presidencial, cuyo cacareado símbolo es la honestidad, atenta contra lo que varios millones de mexicanos expresaron en la urnas. El voto del 1 de julio no fue nada más de simpatizantes de Morena sino un voto de castigo contra esa merecida abundancia. Y la justicia no debe ser un concepto elástico para eludir ventarrones políticos así como un clima sembrado de crispación no debe ser utilizado como pretexto para espetar calificativos y comportamientos erráticos.
México está todavía lejos de esa república amorosa con dimensiones sociales y grandeza espiritual. Ese controvertido perdón otorgado desde Palacio Nacional no suma sino resta, y lo que resta divide y la división empieza a ser una constante pregonada por este régimen. Las consecuencias en el modo de cómo se está expresando esta división mantiene relación directa con las fuerzas de un conflicto _ latente y evitándolo no conduce a la neutralización del problema, sino todo lo contrario. A menos claro, que la división esté siendo utilizada como estrategia política.
¡Feliz 2019!
México está lejos de esa república amorosa con grandeza espiritual