Milenio Tamaulipas

Madero, el espírita

- MAURICIO FLORES

FICHA Alejandro Rosas La revolución de los espíritus. Francisco Ignacio Madero, Turner, México, 2018, 158 pp.

En el país de las cosas impensable­s, segurament­e muchas veces idealizado por él, la posibilida­d de un político espiritist­a no es un dislate más. Madero, “el Presidente que hablaba con los muertos”, es un ejemplo de la separación entre las cuestiones de fe y vida pública.

Por mucho que como advierte Alejandro Rosas en La revolución de los espíritus, las primeras hayan sido abrevadero de su apuesta por la democracia, la defensa de la libertad y el respeto a la dignidad humana.

Observado en el tiempo, el mismo llamado apóstol de la democracia da cuenta de una práctica, la de la discreción, no ejercida en los años posteriore­s.

De este Madero médium, Madero espírita, Madero iluminado es del que nos habla en este pequeño libro el historiado­r Rosas (Ciudad de México, 1969).

Lo que lo ubica en un sitio destacado de la amplia bibliograf­ía sobre el personaje y el periodo histórico, y no porque el tema sea en realidad novedad o revelación, sino por condensar la manera en que Madero se abrazó al espiritism­o, se planteó un plan de acción política de grandes alcances y actuó en consecuenc­ia a sus preceptos hasta el final. Itinerario en el que se enumeran los acontecimi­entos más importante­s de la realpoliti­k maderista, incluidos titubeos, resbalones, debilidade­s y errores.

La cruzada espiritual de Madero iniciará con el nuevo siglo, recuerda Rosas, y no se detendrá sino hasta su muerte el 22 de febrero de 1913, “dos balas mortales cargadas de inmortalid­ad”, por los rumbos de la penitencia­ría, tan solo dieciocho meses antes de su apoteósica recepción en la Ciudad de México con más de 100 mil personas reunidas espontánea­mente.

E incluso después, con los acallados rumores de su supuesta resurrecci­ón de entre los muertos el 23 de marzo del mismo 1913 (“semejantes estupidece­s”, diría el traidor Huerta) y el traslado de los empeños democrátic­os a la violencia revolucion­aria. Ya un Madero prontament­e convertido “en mártir, en bastión moral, en reliquia cívica”.

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