Incertidumbre
No encuentro mejor palabra para comenzar el 2019. Me hubiera gustado comenzar con esperanza, o templanza, o tolerancia, o respeto, incluso unidad, pero lo cierto es que los primeros 30 días de gobierno han traído sobre todo incertidumbre. Nadie sabe qué es lo que va a pasar en materia política, porque los mensajes de López Obrador han sido ambivalentes y contradictorios. Un día amanece conciliador y a la mañana siguiente sus detractores son la mafia del poder, o los fifís o algún otro epíteto ofensivo; un día dice que no hay enemigos, sino adversarios y al otro les llama canallas; un día dice que va a sacar al Ejército de las calles y al otro lo convierte en la policía nacional; un día dice que va a mantener el presupuesto a las universidades y al otro no lo cumple (a menos que haya un reclamo generalizado); un día dice que solo quiere amor y paz y el otro es incapaz de enviar un mensaje de unidad a los mexicanos. Paradójicamente, esa misma incertidumbre ya arrojó resultados visibles en el ámbito económico. Es decir, debido a lo caprichoso de las decisiones en materia de gasto público, como la cancelación del aeropuerto de Texcoco o el Tren Maya, queda claro que en 2019 el PIB crecerá menos de lo planeado.
La incertidumbre suele estar acompañada por la arbitrariedad, que suele causarla. Y ésta va en sentido contrario a la institucionalización y a las reglas claras para todos. Por eso se ha dicho que es éste un gobierno de ocurrencias; precisamente porque no se está guiando por un programa político claro; un ejemplo de ello es que no se sabe qué hacer con los adversarios; solo se sabe tratar a aquellos que se les han aliado o doblegado. Para ellos hay un perdón generalizado. A los demás en realidad se les considera enemigos de la cuarta transformación; no hay caminos intermedios ni puntos de negociación. Todo lo cual impide posibles acuerdos en objetivos concretos. Por ejemplo, en la lucha contra la pobreza y la desigualdad o en el combate a la corrupción, dos metas que son prioritarias para este gobierno y compartidas por la enorme mayoría de los mexicanos.
La incertidumbre se generaliza cuando los funcionarios de segundo o tercer nivel repiten el comportamiento del Presidente o proponen políticas ambiguas, oscuras o de plano incomprensibles. Un ejemplo de ello es el anuncio de que “el Conacyt inicia una nueva etapa en la que trabajará por la soberanía científica y tecnológica del país”, y que los ejes que guiarán esta nueva fase serán “la ciencia de frontera y la ciencia pertinente para atender los problemas nacionales más apremiantes”. Tendrá el beneficio de la duda, pero precisamente, si ya se le tiene que otorgar ese beneficio, es que no hay claridad ni certidumbre. Curiosamente, incertidumbre no significa que el gobierno federal no esté conduciendo las cosas con un propósito fijo; significa que ese propósito no es claro para todos, ni mucho menos compartido. Y eso es el peor lastre para un gobierno; el que una buena parte de la población no comparta ni los objetivos ni la estrategia ni los esfuerzos para realmente transformar al país. ¡Qué año nos espera!
Este es un gobierno de ocurrencias; no se está guiando por un programa político claro