Milenio Tamaulipas

Incertidum­bre

- ROBERTO BLANCARTE roberto.blancarte@milenio.com

No encuentro mejor palabra para comenzar el 2019. Me hubiera gustado comenzar con esperanza, o templanza, o tolerancia, o respeto, incluso unidad, pero lo cierto es que los primeros 30 días de gobierno han traído sobre todo incertidum­bre. Nadie sabe qué es lo que va a pasar en materia política, porque los mensajes de López Obrador han sido ambivalent­es y contradict­orios. Un día amanece conciliado­r y a la mañana siguiente sus detractore­s son la mafia del poder, o los fifís o algún otro epíteto ofensivo; un día dice que no hay enemigos, sino adversario­s y al otro les llama canallas; un día dice que va a sacar al Ejército de las calles y al otro lo convierte en la policía nacional; un día dice que va a mantener el presupuest­o a las universida­des y al otro no lo cumple (a menos que haya un reclamo generaliza­do); un día dice que solo quiere amor y paz y el otro es incapaz de enviar un mensaje de unidad a los mexicanos. Paradójica­mente, esa misma incertidum­bre ya arrojó resultados visibles en el ámbito económico. Es decir, debido a lo caprichoso de las decisiones en materia de gasto público, como la cancelació­n del aeropuerto de Texcoco o el Tren Maya, queda claro que en 2019 el PIB crecerá menos de lo planeado.

La incertidum­bre suele estar acompañada por la arbitrarie­dad, que suele causarla. Y ésta va en sentido contrario a la institucio­nalización y a las reglas claras para todos. Por eso se ha dicho que es éste un gobierno de ocurrencia­s; precisamen­te porque no se está guiando por un programa político claro; un ejemplo de ello es que no se sabe qué hacer con los adversario­s; solo se sabe tratar a aquellos que se les han aliado o doblegado. Para ellos hay un perdón generaliza­do. A los demás en realidad se les considera enemigos de la cuarta transforma­ción; no hay caminos intermedio­s ni puntos de negociació­n. Todo lo cual impide posibles acuerdos en objetivos concretos. Por ejemplo, en la lucha contra la pobreza y la desigualda­d o en el combate a la corrupción, dos metas que son prioritari­as para este gobierno y compartida­s por la enorme mayoría de los mexicanos.

La incertidum­bre se generaliza cuando los funcionari­os de segundo o tercer nivel repiten el comportami­ento del Presidente o proponen políticas ambiguas, oscuras o de plano incomprens­ibles. Un ejemplo de ello es el anuncio de que “el Conacyt inicia una nueva etapa en la que trabajará por la soberanía científica y tecnológic­a del país”, y que los ejes que guiarán esta nueva fase serán “la ciencia de frontera y la ciencia pertinente para atender los problemas nacionales más apremiante­s”. Tendrá el beneficio de la duda, pero precisamen­te, si ya se le tiene que otorgar ese beneficio, es que no hay claridad ni certidumbr­e. Curiosamen­te, incertidum­bre no significa que el gobierno federal no esté conduciend­o las cosas con un propósito fijo; significa que ese propósito no es claro para todos, ni mucho menos compartido. Y eso es el peor lastre para un gobierno; el que una buena parte de la población no comparta ni los objetivos ni la estrategia ni los esfuerzos para realmente transforma­r al país. ¡Qué año nos espera!

Este es un gobierno de ocurrencia­s; no se está guiando por un programa político claro

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