La servilleta del dotor Mit
En México tenemos una serie de valores que nos identifican, pero sobre todo existen, gracias a dios, tradiciones que los refuerzan. Y aunque hay siempre nuevos fenómenos que se ganan la atención de la opinión pública como el huachicol que, como bien sabemos, es un mito genial que no comenzó en los tiempos de Jelipillo Calderón y se proyectó hasta el infinito y más allá con Moreno Valle y mi licenciado Peña, siempre habrá grandes clásicos como la inflación artificial en los costos de una obra pública, ejercida de manera regular, sistemática e histórica por puro aspirante a pertenecer a la Loca Academia de Javidús. Gran ejemplo el del gran Granier, que ya salió del tambo, para abrazar en casa de la Robero de Terrenos, su colección de papos bien boleados.
La cosa es más o menos simple: según sesudos y muy científicos estudios encargados por funcionarios en turno, se plantea que una obra pública (una carretera, como las del rescate carretero; una tren, como el interminable México-Toluca; un socavón, como los del Rey de los socavones, el inolvidable y entrañable Ruiz Esparza, y cosas por el estilo) costará tantos millones de pesos. Luego, utilizando asignaciones directas para los cuates, recurriendo a materiales de menor calidad, y alegando el costo de la inflación a los de por sí inflados precios de la magna obra, esta terminará con un costo de chingo mil millones de pesos, o más.
Un negocio redondo de quienes sí saben cómo hacerla. Algo como lo que en toda forma se estaba llevando a cabo, con todas las de la ley de Herodes, en el Nuevo Aigriopuerto. Por supuesto decía la fanaticada de esta bonito Hob que iba a mover a México en el camino de la vanguardia y que todavía andan por ahí tristeando por su maldita suerte (sobre todo aquellos que ya habían comprado terrenitos aledaños por una bicoca y que ya se relamían los bigotes por los exorbitantes precios que alcanzarían), pues resultó que en principio hay ahí un atraco por sobreprecios y demás por 17 mil millones de pesos.
Ya no quedó claro si esto venía en la servilleta del dotor Mit.
Gran ejemplo el del gran Granier, que ya salió del tambo, para abrazar su colección de papos