Lavarse la cara
E stoy convencido de que Roma, la película triunfadora de Cuarón, es una obra maestra. Mi memoria y mis gustos coinciden en esa historia. La vi en un preestreno en el cine Tonalá al que me invitaron Risco y Emilio Lezama. Roma acumula premios y se encuentra a un paso del Oscar. No es para menos, se trata de una restauración del pasado de Ciudad de México, de una historia de tres mujeres duras como el coyol, de un país a la deriva, de unos niños perdidos y encontrados solo por Cleo, la empleada doméstica de una casa de la colonia Roma, en Tepeji y Monterrey, en el año de 1971.
Mi entusiasmo por Roma y sus alrededores sufre un tropiezo en la portada de Vogue en la cual aparece Yalitza Aparicio, la protagonista de la película. Si hay una revista racista, si algunas páginas han cosificado a la mujer, si se me permite el palabro, esas son las hojas couché de Vogue. Mujeres semidesnudas que aspiran a la fama, mujeres ricas, mujeres bellas en yates, mujeres que solo sirven para servir. Y entonces los editores de Vogue se cuelgan del éxito de Roma para lavarse la cara. La frivolidad, la trivialidad y la tontería al servicio del éxito.
Dice la editora: “La película de Cuarón y especialmente Yalitza y Cleo reflejan esa nueva realidad en México en la que gente que nunca solía aspirar a ocupar ciertos espacios ahora son nuestros referentes”. Supongo que la editora considera que Vogue es un referente, y lo es, nadie lo duda, una referencia de la vida falsa.
Sé que no es la hora de estorbar, roñosamente, como decía el clásico, el éxito de Roma, faltaba más, pero en el centro de su extraordinaria narración se encuentra precisamente una mujer dedicada a la felicidad de los demás y nunca a la suya.
Me adelanto, soy ansioso. Me parece que el Oscar que le han oto rgado a Roma no solo es merecido sino que inaugura una tendencia en el cine mexicano. Pinche Cuarón, mira que hacer una obra maestra a estas alturas de la pelea. Felicidades.
Los editores de Vogue se cuelgan del éxito de la película Roma