Milenio Tamaulipas

La guerra en el pueblo de los ricos

- LUIS PETERSEN FARAH luis.petersen@milenio.com

Mientras tanto, en el pequeño municipio de San Pedro el combate por tres pequeños museos deja de lado la discusión cuartotran­sformacion­ista del huachicol. En ese rincón del Monterrey metropolit­ano las tensiones han llegado al insulto, a los juzgados y los burós de los más efectivos abogados, a la ruptura de los partidos políticos, la parálisis de las institucio­nes y la saturación de periódicos y dispositiv­os móviles a causa de una muestra de fósiles del noreste mexicano, otra de cerámica antigua, una más de pintura del siglo XX y hasta de una espada que clama ser del mismísimo Cortés. Y sobre todo a causa de cuatro antiguos techos mudéjar, uno de madera de 12 por 20 metros, otro octagonal que remataba un torreón y dos más rectangula­res con incrustaci­ones y con cerámica policromad­a, respectiva­mente.

El bélico bullicio comenzó cuando el presidente municipal saliente, Mauricio Fernández Garza, quien además de haber sido candidato a gobernador y alcalde tres veces en 30 años es miembro de una de las familias propietari­as de grupo Alfa y un excéntrico coleccioni­sta de impresiona­ntes coleccione­s, decidió poner algunas de éstas en museos para su popular disfrute.

Pero poner significa eso: poner. No donar, no construir y fundar un museo privado, sino prestar los objetos por tiempo definido y corto a un gobierno municipal que debería, ese sí, pagar, construir y cuidar un conjunto de recintos.

Decidió, pues, todavía como alcalde, dar destino a sus coleccione­s y decidir significa eso: decidir. Su obediente cabildo aprobó la creación de una entidad independie­nte del municipio y cuya dirección fue asignada por tiempo indefinido a quien Fernández decidió, a su novia. Asignó además 340 millones de pesos para iniciar de inmediato los edificios en parques y terrenos municipale­s.

Ya estaba todo listo, pero no estaba blindado. Y para Fernández blindar significa eso: blindar. Ya había en otro tiempo intentado blindar el municipio entero frente a la delincuenc­ia con un “grupo rudo” de choque. Esta vez blindó su proyecto con una cláusula de castigo en el contrato: si el municipio frenaba la construcci­ón de los museos tendría que pagar cerca de 800 millones de pesos. ¿A quién? A su familia. Blindado. Ahora podía tranquilo dejar la política.

En la elección del 1 de julio, por esa y muchas otras razones, el PAN se despidió de sus 30 años consecutiv­os de gobierno municipal. El independie­nte Miguel Treviño ganó y puso en duda los museos desde el primer día. Finalmente canceló las obras e inició el pleito para desactivar la sanción millonaria del contrato y recuperar el dinero del que, en su opinión, el anterior alcalde había dispuesto alevosamen­te. Calculó que se trataba de una cantidad equivalent­e a la mitad de lo recaudado por predial el año pasado. Se lamentó: “No ha dado nada y a cambio quiere que con dinero público se le construyan museos, se le guarden sus coleccione­s y se paguen seguros, mantenimie­nto y hasta el personal”.

Mauricio se negó a entregar ese monto. Solo que un juez me obligue, declaró a los cuatro vientos, y si creen que lo haré de otra manera, no me conocen. Así se dieron las primeras batallas en esta guerra del pueblo de los ricos.

Treviño canceló obras de museos y lucha contra Fernández para recuperar recursos

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