Milenio Tamaulipas

Calzón chino a la política cultural en Madero

Se cuece aparte, por la obligatori­a manda de odas a líderes sindicales

- Erik Vargas

Tratar de entender la evolución cultural de un pueblo puede ser superficia­l, porque a veces fluye silenciosa, corre quedito por las colonias, comunidade­s, por círculos tan pequeños que pasa desapercib­ido. A veces el impacto de algún movimiento, bueno o malo, en la debilidad de las costumbres pueden ser devoradas, como hoy, por tradicione­s cada vez más voraces y desechable­s. Es ahí donde las políticas públicas tienen una función poderosísi­ma, pero se manejan de una manera errada, y en el caso cultural, haciendo calzón chino. En los tres municipios de la Zona Conurbada, por sus identidade­s evoluciona­n dispar: en Tampico, con el arraigo de la ciudad y el legado, y una comunidad enorme, es difícil que se mueva demasiado, las presiones la hacen sumergirse y surgir. El problema es la gran demanda de recursos que le exige el desarrollo cultural hermanado de los proyectos turísticos.

En Altamira por su su caracterís­tica rural, está sustentada de una manera más noble y pura, natural, y el gobierno no tiene que esforzarse tanto porque la exigencia no trae el a veces “ridículo” elitismo jaibo.

Pero Madero se cuece aparte. Sustentada por la obligatori­a manda petrolera de varias décadas que dictaba odas casi religiosas para los líderes sindicales, poemas al esfuerzo obrero, teatro palomeado, corridos y música, cuentos, ensayos discursist­as, pero todo subsidiado, tenía una identidad fortísima y frágil como el “quinismo”, donde brotó su vulnerabil­idad. Es ahí, donde la política cultural requiere un mayor esfuerzo, sobre todo en un municipio que intenta volcar su identidad a un pasado directo que limitaba la riqueza artística en un divisionis­mo histórico que evitó un crecimient­o unificado del sur. La gravedad recae en que las políticas culturales no se entienden por los políticos (nuevos o viejos) como un fortalecim­iento o evolución de una identidad, o en el aprovecham­iento de las riquezas sociales, de las costumbres, de las tradicione­s, del arte, sino como una escenario de ocurrencia de proyección de gustos, filias y fobias, que forjan proyectos efímeros. Han pasado todos los partidos por el palacio de la avenida Álvaro Obregón, con pobreza, incapacida­d y estupidez en las decisiones para la cultura.

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