Calzón chino a la política cultural en Madero
Se cuece aparte, por la obligatoria manda de odas a líderes sindicales
Tratar de entender la evolución cultural de un pueblo puede ser superficial, porque a veces fluye silenciosa, corre quedito por las colonias, comunidades, por círculos tan pequeños que pasa desapercibido. A veces el impacto de algún movimiento, bueno o malo, en la debilidad de las costumbres pueden ser devoradas, como hoy, por tradiciones cada vez más voraces y desechables. Es ahí donde las políticas públicas tienen una función poderosísima, pero se manejan de una manera errada, y en el caso cultural, haciendo calzón chino. En los tres municipios de la Zona Conurbada, por sus identidades evolucionan dispar: en Tampico, con el arraigo de la ciudad y el legado, y una comunidad enorme, es difícil que se mueva demasiado, las presiones la hacen sumergirse y surgir. El problema es la gran demanda de recursos que le exige el desarrollo cultural hermanado de los proyectos turísticos.
En Altamira por su su característica rural, está sustentada de una manera más noble y pura, natural, y el gobierno no tiene que esforzarse tanto porque la exigencia no trae el a veces “ridículo” elitismo jaibo.
Pero Madero se cuece aparte. Sustentada por la obligatoria manda petrolera de varias décadas que dictaba odas casi religiosas para los líderes sindicales, poemas al esfuerzo obrero, teatro palomeado, corridos y música, cuentos, ensayos discursistas, pero todo subsidiado, tenía una identidad fortísima y frágil como el “quinismo”, donde brotó su vulnerabilidad. Es ahí, donde la política cultural requiere un mayor esfuerzo, sobre todo en un municipio que intenta volcar su identidad a un pasado directo que limitaba la riqueza artística en un divisionismo histórico que evitó un crecimiento unificado del sur. La gravedad recae en que las políticas culturales no se entienden por los políticos (nuevos o viejos) como un fortalecimiento o evolución de una identidad, o en el aprovechamiento de las riquezas sociales, de las costumbres, de las tradiciones, del arte, sino como una escenario de ocurrencia de proyección de gustos, filias y fobias, que forjan proyectos efímeros. Han pasado todos los partidos por el palacio de la avenida Álvaro Obregón, con pobreza, incapacidad y estupidez en las decisiones para la cultura.