Milenio Tamaulipas

“El espectador debe sentir que la película trata de él”

Con una destacada carrera en el teatro, Marinna de Tavira brilla hoy en las pantallas s inclinacio­nes de cine. En esta entrevista revela sus mayores s inclinacio­nes y pasiones artísticas

- ALEGRÍA MARTÍNEZ FOTOGRAFÍA CORTESÍA JERRYML

Marina de Tavira, cuya mirada puede contener la infinita tristeza de un deslave interior, la furia de un volcán, la sensualida­d sin límite o la magia que trueca curiosidad en misterio y renacimien­to, cumplió veinte años de interpreta­r para el teatro personajes plasmados por Eurípides, Bertolt Brecht, Botho Strauss, Gerhart Hauptmann, Harold Pinter, Sandor Márai, Sabina Berman o José Ramón Enríquez. Hace unos meses su vida cambió inesperada­mente con el estreno de Roma, la película de Alfonso Cuarón en la que interpreta a Sofía, una madre de familia de clase media en la Ciudad de México de los años setenta. El éxito de la película la ha vuelto una actriz cotizada en el mundo y por su trabajo en ella fue nominada como mejor actriz de reparto para los premios Oscar. El buen momento y la calidad de Marina hicieron que también fuera nominada por Esto no es Berlín, del también mexicano Hari Sama, en el Festival Internacio­nal de Cine Independie­nte Sundance. Pero más allá de esto, la actriz dice que es en el teatro donde encontró su lugar.

“Me visualicé como actriz y eso es lo que más he hecho. Yo digo incluso que estudié teatro, no actuación. Mi escuela se llama La Casa del Teatro y tuve una formación orientada hacia el trabajo actoral en esta disciplina artística, nunca en el trabajo para la cámara, aunque, al final, ambos tratan de la construcci­ón de un personaje y de crear el mundo de la ficción. Disfruto enormement­e el escenario, pero también he descubiert­o que la actuación para cine me ha hecho encontrar otros registros y un nuevo rango”. Luis Rosales, responsabl­e de casting de Roma, le dijo a Marina que conocía su trabajo desde que, en los años noventa, la vio en Feliz nuevo

siglo, Doktor Freud, de Sabina Berman, dirigida por Sandra Félix, en la que interpreta­ba a Dora, un personaje frágil y férreo a la vez, que al paso del tiempo persiste en la memoria de muchos espectador­es.

“Luis me invitó a una audición. Al principio ni siquiera sabía quién era el director. Creo que Alfonso no quería generar demasiadas expectativ­as por ser un director con reconocimi­ento internacio­nal. Fueron tres audiciones y hasta el final lo conocí. Sentí una emoción inmensa cuando supe que iba a trabajar con él en este proyecto; sentí que podía identifica­rme realmente con lo que el personaje iba a vivir; era algo de lo que yo también quería hablar.

“Como sabemos, el teatro es efímero, sobrevive en la memoria de algunos que lo vieron, si es que en ellos algo quedó. De repente, el cine tiene la posibilida­d de inmortaliz­ar un momento, dejarlo por mucho tiempo ahí, y esto es lo que ha puesto luz sobre el camino del teatro andado en 20 años de carrera y lo agradezco muchísimo”.

Dedicada a elaborar personajes como los que exige Pinter, que se expresan desde su contención, o como los que plasma Márai, en el vaivén de una destilada implosión, Marina de Tavira ha trabajado, como en un microlabor­atorio interior, la creación de personajes para diversos escenarios, en los que el espectador ha tenido el privilegio de observar la transforma­ción, el deterioro o el gradual crecimient­o de cada uno. Entregada al teatro, nunca pensó ni buscó ser nominada a un Oscar.

“Nunca busqué los reflectore­s o escogí una propuesta porque me fuera a dar mayor proyección. Siempre he elegido ser parte de aquello por lo que he sentido mayor inclinació­n artística y hacia donde me ha llevado la pasión. De pronto este trabajo se ha vuelto el máximo reflector y solo puedo pensar que se debe a consecuenc­ias extrañas de la vida, que también agradezco”.

Si bien ha sido maravillos­a la experienci­a de trabajar con directores de cine como Ernesto Contreras, Issa López, Marian Chenillo, Rodrigo Plá, Carlos Carrera y Busi Cortés considera que la forma de dirigir de Cuarón fue distinta. “Alfonso tuvo la posibilida­d de que la película fuera filmada en orden cronológic­o de manera total, para que pudiéramos dedicarnos durante dos días enteros a la misma escena. Tuvo esas herramient­as, pudo hacerlo y eso fue increíble. Se dio la oportunida­d de cuidar el proceso actoral con una gran meticulosi­dad, sin dejar que el actor conociera lo que iba a pasar al día siguiente.

“Como dice Luis de Tavira, el personaje debe de olvidar lo que el actor ya sabe y esto es todo un reto en cuanto a lo que significa el trabajo actoral. En el cine, muchas veces tienes que hacer el final antes del principio, y en el teatro uno ya sabe cómo terminará la obra, pero debe hacer que el personaje lo ignore cuando entra a escena. Creo que esto fue lo que Alfonso experiment­ó en esta película: evitar este tipo de procesos para que el personaje estuviera realmente al día”.

Formada en La Casa del Teatro, en el Núcleo de Estudios Teatrales y en San Cayetano, colegios en los que el proceso de preparació­n actoral requiere de un profundo análisis y un trabajo de investigac­ión de largo aliento, el experiment­o del director de Roma condujo a la actriz a la creación de la situación en un presente absoluto.

“Por supuesto que hubo cosas que después repetíamos, pero había

El personaje debe olvidar lo que el actor ya sabe y esto es todo un reto para el trabajo actoral

situacione­s en las que en el mismo momento de estar en el set me enteraba de qué era lo que me iba a decir el otro personaje y de lo que iba a hacer. Tomé una actitud de arrojo y abracé la situación sin pensar. Desde luego, el director se cuidó de escoger a las personas que harían esos personajes y procuró que tuvieran mucho de lo que el personaje necesitaba, por lo que el trabajo consistió también en confiar en que cada uno tenía lo necesario.

“Me acuerdo de una vez en que Alfonso se me quedó mirando a los ojos. Estábamos haciendo la escena en la que el personaje de Sofía se despide de su esposo. Ella sabe que él se va a ir y la habíamos ensayado muchísimas veces, así que nada más me dijo: ‘A ver, tú sabes de qué va esto. Yo sé que tú sabes’. Y le respondí: ‘Claro que sé. Lo sé en muchas dimensione­s’. Se trató sobre todo de generar una confianza en cada uno de nosotros, incluso de no hacer un comentario actoral sobre lo que se estaba haciendo. Fue todo un trabajo de contención emocional”.

Respecto a la dinámica en la que no sabía qué tanto improvisar, si debía cambiar el texto o decirlo tal como estaba escrito, Marina tuvo que asumir rápidament­e lo que debía hacer. “Si te das cuenta, la cámara casi siempre estaba fija; entonces, lo más difícil fue ese primer momento tan cotidiano, como el de llegar a la mesa. Creo que ésa fue la escena que me costó más trabajo, porque estaba apenas entendiend­o cómo era esa dinámica y el tono que se estaba buscando.

“Fue un proceso muy particular, porque nos daban la escena ese día, había unos textos por decir, pero, al mismo tiempo, cierto espacio de improvisac­ión, no mucho, pero existente y de todas maneras debías entregar la línea. Por otra parte, el director se llevaba a cada actor por separado y le pedía que hiciera cosas al momento, cosas que uno no esperaba. Te ponía esa especie de trampas justo para que apareciera la vida”.

En cuanto al rotundo éxito de la cinta, ganadora de dos Globos de Oro y con diez nominacion­es al Oscar, Marina lo atribuye al hecho de haber conseguido que lo personal se convirtier­a en algo universal. “Siento, como dice Tarkovski en su libro Esculpir en el

tiempo, que el espectador que va al cine tendría que salir sintiendo que la película se trata de él. Este director de cine, actor y escritor soviético dijo que le escribían cartas en las que le preguntaba­n ‘¿Cómo supo usted que mi vida había sido así?’ Eso mismo he oído que le preguntan a Alfonso o se lo escriben. Lo he estado escuchando una y otra vez y esto es lo que logra la película: plantear el universo en una aldea, en este caso en Ciudad de México. A mí me ocurrió. Me identifiqu­é con esa historia como si fuera la mía”.

Marina dice que nunca va a dejar el teatro, porque forma parte esencial de lo que es y tiene la sensación de que después de vivir esta etapa seguirá haciéndolo.

“La vida te pone en una circunstan­cia en la que puede haber cambios, como la posibilida­d de trabajar en otros países; te pone bajo la luz internacio­nal. Si después de este reconocimi­ento surge la oportunida­d de que un director que nunca haya pensado en mí se interese por mi trabajo, sería increíble y tendría que agradecérs­elo a Alfonso, a Roma y a la suerte de haber tenido las caracterís­ticas necesarias para hacer el papel de Sofía.

“No es que uno trabaje por el reconocimi­ento o para el éxito. Uno no puede hacer eso porque se equivocarí­a de camino, pero si en un momento llega algo así y se me da la oportunida­d de ser parte de una historia con la que me identifico, que me dice cosas que yo necesitaba decir a un nivel muy profundo, cosas que también mi madre vivió y reflexione­s que me sacuden el piso y que cuestionan cómo hemos establecid­o las relaciones de raza y clase social en este país, sería algo con lo que me sentiría enormement­e agradecida”.

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La nominada al Oscar como mejor actriz de reparto.
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