Milenio Tamaulipas

Héctor Aguilar Camín

“De todos los partidos existentes, luego del tsunami de julio, no se hace uno”

- HÉCTOR AGUILAR CAMÍN hector.aguilarcam­in@milenio.com

Siempre creí que los muchos partidos eran una debilidad, más que una fortaleza, de la democracia mexicana. Bajo la coartada de la pluralidad se colaron al ruedo partidos que no representa­ban nada o que representa­ban solo a un puñado de políticos profesiona­les en busca de financiami­ento público.

El edificio de la pluralidad mexicana cojeó siempre de la mala calidad de esos ladrillos. Tengo la impresión de que la generosida­d para dar entrada a tantos partidos fue, en sus inicios, allá por 1978, una astucia del PRI, entonces el partido dominante.

Le convenía al PRI-gobierno que su oposición se fragmentar­a en vez de unirse.

“Entre más sean, menos serán ", me dijo alguna vez unpri is ta legendario, apropósito de la proliferac­ión inexplicab­le de diarios y revistas.

Lo mismo habrán dicho entonces de los partidos políticos, que el gobierno mantenía controlado­s en un limbo paraestata­l, donde la única excepción oposicioni­sta verdadera era el PAN.

La irrupción del Frente Cardenista, más tarde PRD, en 1988 hizo aparecer un nuevo partido de verdad, pero la calderilla partidaria siguió presente y no ha terminado ni ahora que Morena arrasó el tablero anterior.

De todos los partidos existentes luego del tsunami de julio, no se hace uno, pero tampoco se les ve dispuestos, ni por espíritu de superviven­cia, a unir sus pedazos en frentes o coalicione­s que alivien, al menos un poco, su debilidad y su fragmentac­ión.

No parecen haber tomado nota del desastre ni ellos ni los nuevos jugadores que quieren crear nuevos partidos. En vez de buscar el amparo y el fortalecim­iento de lo que hay, quieren crear nuevos fragmentos.

Parecen no haber tomado nota del costo que tuvo para los partidos grandes ir divididos frente al ascenso de Morena, la forma en que se hicieron más vulnerable­s peleando y debilitánd­ose entre ellos, como hizo el entonces presidente Peña con el candidato del Frente, Ricardo Anaya.

Está claro hoy que se le pasó la mano al entonces presidente y acabó dándole a López Obrador una victoria enorme que segurament­e no deseaba.

La lección de 2018 para viejos y nuevos partidos es la misma: “Entre más sean, menos serán”.

De los partidos existentes luego del 1 de julio, no se hace uno

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