Nico y su regreso a CU
El próximo domingo en el estadio Olímpico de la Ciudad Universitaria se vivirá una edición más del clásico Pumas contra América. Los universitarios vienen de ganar, de visitantes, su primer partido ante el Querétaro. Las Águilas vienen de perder, de locales, por goleada contra el León. Pero hasta ahora, son los americanistas los que mejores sensaciones dejan de cara al resto de la temporada. Se les ve como un equipo mejor armado, son los campeones y pudieron hacerse (al cierre de los registros), de uno de los refuerzos más codiciados: el chileno Nicolás Castillo.
Los Pumas, en cambio, despidieron hace dos semanas a David Patiño y ahora tienen como entrenador al argentino Bruno Marioni. Pero el partido estará marcado por el regreso de Castillo al campo en el que jugó de local defendiendo los colores azul y oro. Es una gran oportunidad para que los aficionados Pumas muestren el comportamiento que debe regir en el futbol nacional, uno basado en el respeto por el contrincante, sobre códigos que se han venido imponiendo en otros países. En la Liga española, para no ir más lejos, la Liga ha establecido sanciones a los equipos locales en cuyas tribunas de estadios se emiten cánticos o insultos generalizados sobre determinados jugadores. Y en esto, desde una perspectiva reglamentaria, pero también de educación, es en lo que se tiene que trabajar de forma decidida.
Nico Castillo le dio muchas alegrías a los seguidores de los Pumas durante las temporadas que defendió sus colores. Este sería motivo suficiente para que el grueso de los aficionados cuando menos no optara por reprocharle, con insultos o silbidos, la decisión de jugar ahora con uno de los rivales más odiados.
Estoy seguro que cuando menos la tribuna se va a dividir, pero la posición puede variar ante el radicalismo y provocación de los más violentos.
Esa teórica agresión (ojalá me equivoque), es parte también de la violencia que se debe de volver intolerable en el futbol mexicano.
La tribuna se va a dividir, pero la posición puede variar ante el radicalismo de los más violentos