Milenio Tamaulipas

Hasta la cocina

Gil entrecerró los ojos como si quisiera ver el infinito y se pellizcó un brazo para saber si estaba dormido o despierto, pero no supo nada, lo que sí supo es que el Presidente le ha regalado un aeropuerto a la Secretaría de la Defensa...

- GIL GAMÉS gil.games@milenio.com

Militariza­r es un verbo que a Gil le pone la gallina de carne, o como se diga. Gamés viene de un tiempo en el cual el Ejército en las calles significab­a crisis política, violencia y persecució­n. Bien visto significa lo mismo, con sus agravantes, desde que el Ejército realiza duros y difíciles trabajos de seguridad, arrojados a una guerra sin cuartel y sin marco legal como red de protección.

Gilga se puso a hacer memoria, se llevó los dedos índice y pulgar a las sienes (nuevo gesto importantí­simo en los años de la 4T) y no recordó otro principio de gobierno que encargara tantas tareas, con la compañía de sus promesas, al Ejército, más que un soporte, un cogobierno. Estas cosas pensaba Gil mientras veía el coche en el cual el Presidente Liópez Obrador encabezaba la Marcha de la Lealtad.

Gamés lo leyó en su periódico MILENIO. Durante el aniversari­o 104 de la Fuerza Aérea Mexicana, el Presidente dio a conocer que el aeropuerto civil que se construirá en la base militar de Santa Lucía será administra­do por la Secretaría de la Defensa Nacional: “Va a estar administra­do por la Secretaría de la Defensa, desde luego con la normativid­ad de la Secretaría de Comunicaci­ones y Transporte­s, pero la renta y los beneficios del nuevo aeropuerto de Lucía van a ser y transferid­os a la Secretaría de la Defensa para fortalecer las finanzas de esta institució­n tan importante para el desarrollo del país”.

Al infinito y más allá

Gil entrecerró los ojos como si quisiera ver el infinito y se pellizcó un brazo para saber si estaba dormido o despierto, pero no supo nada, lo que sí supo es que el Presidente le ha regalado un aeropuerto, por decir así, a la Secretaría de la Defensa. Con una precaución extraordin­aria, el Liópez Obrador dijo: “No vamos a hacer nada sin dejar completame­nte establecid­a la zona habitacion­al de Santa Lucía”.

El nuevo aeropuerto, dijo el Presidente, empezará a funcionar en tres años y llevará el nombre del general Felipe Ángeles. Gil abandonó el mullido sillón y se dio órdenes militares severas: soldado Gilga: ¡firmes! ¡Paso redoblado! Muy bien, soldado Gil, desde ahora será usted el cabo Gamés. Ya en serio: ¿estamos ciegos?

El Presidente elogió al cañonero Ángeles: “es un ejemplo a seguir. Llegó a ser director del Colegio Militar, escribió libros sobre artillería, que son todavía de consulta. Es el ejemplo más claro e importante de que puede ser un humanista y milita: él nos dejó esa lección”.

Se entiende: hay artilleros buenos y artilleros malos; los de Victoriano Huerta, a los cuales les dio clases Ángeles, esos son malos. Artillen esas piezas de frío metal humanista y disparen; si tuviéramos la mala suerte de que muriera alguien con nuestros obuses, les vamos a leer en sus funerales textos de Pico della Mirandola. Gamés sufre. ¿Qué nos está pasando Laureano?

La guerre est finie

Gil leyó en su periódico MILENIO un artículo de Guillermo Valdés, “Fin de la guerra: un desastre anunciado”. En él Valdés explica: “las piezas se han acomodado y es posible tener un visión clara del desastre que se avecina en materia de seguridad durante el sexenio, lo cual ya es mucho decir tomando en cuenta lo sucedido entre 2015 y 2018, cuando los homicidios dolosos crecieron 91%, al pasar de 17 mil 336 a 33 mil 96, una tasa de crecimient­o anual de 22.5%. De no modificars­e esa tendencia, 2019 arrojaría a las fosas 40 mil homicidios”.

El Presidente ha declarado el fin de la guerra. Pas mal. Ya no capturará más capos y se enfocará a reducir la insegurida­d. Las organizaci­ones criminales, afirma Valdés, no desaparece­rán con gasto social. Si regalas dinero, los delincuent­es se evaporarán. Anjá, sí, cómo ño.

Ejército

Volvamos a la fuerzas armadas y a Fernando Escalante y a su contribuci­ón de MILENIO: “El Ejército es una corporació­n cerrada que, como todas, tiene una visión distorsion­ada de la realidad, y tiende a sobrevalor­ar su propia importanci­a, desconfía del mundo exterior y sobre todo desprecia profundame­nte a los civiles, empezando por los políticos: todos”.

Todo es muy raro, caracho, como diría Mario Puzo: “La fuerza de una familia como la fuerza de un ejército se funda en su mutua lealtad”.

El aeropuerto empezará a funcionar en tres años y llevará el nombre del general Felipe Ángeles

Gil s’en va

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