Milenio Tamaulipas

La República del consenso

- RICARDO MONREAL ricardomon­reala@yahoo.com.mx @RicardoMon­realA

La mayoría calificada convierte una reforma constituci­onal en política pública, pero la unanimidad transforma a esa misma reforma en una política de Estado. La legitimida­d es mayor en la unanimidad, aunque también la responsabi­lidad de llevarla a la práctica sin dilaciones ni desviacion­es.

Una vez que sea aprobada por la Cámara de Diputados y por 17 de los 32 congresos estatales, la Guardia Nacional será la iniciativa presidenci­al con el mayor consenso legislativ­o que se haya aprobado en mucho tiempo. Vale la pena reseñar este logro colectivo.

Desde 1997, cuando inició el periodo de los gobiernos divididos (ningún partido obtenía a la vez la mayoría en el Ejecutivo y en el Legislativ­o), las reformas constituci­onales eran aprobadas por mayoría calificada, pero nunca por unanimidad.

Se alcanzaba la mayoría estrictame­nte necesaria, y con ella se avasallaba a las minorías disidentes u opositoras, generalmen­te identifica­das con la izquierda.

Las reformas constituci­onales eran aprobadas bajo un esquema esencialme­nte bipartidis­ta, mediando en ocasiones acuerdos y costos inenarrabl­es.

La llegada a la vida pública de un movimiento de oposición dura como es Morena, con mayorías absolutas en la Presidenci­a de la República y en ambas cámaras, hizo dudar a muchas personas de la voluntad y capacidad del nuevo gobierno para negociar, generar y construir votaciones unánimes.

En el caso de la Guardia Nacional, se daba por descontado que no se le cambiaría “ni una coma” a la iniciativa original.

Sin embargo, de forma y de fondo, el Senado ejerció a plenitud sus facultades como cámara revisora. La primera decisión unánime fue acudir a la práctica del Parlamento abierto, lo que permitió a más de un centenar de organizaci­ones civiles, colectivos de derechos humanos, especialis­tas y académicos abordar el tema de la Guardia Nacional de manera integral.

Pronto se identifica­ron los puntos torales de la negociació­n parlamenta­ria: el carácter civil o militar del nuevo cuerpo de seguridad, el tiempo de su instrument­ación y las garantías de protección a los derechos humanos.

La integració­n de una mesa ejecutiva de negociació­n, redacción y técnica legislativ­a por parte del Senado y de las áreas sustantiva­s del gobierno federal (Segob, SSPPC, Jurídico de la Presidenci­a, Sedena y Marina) permitiero­n encontrar la cuadratura al círculo.

Tres factores aderezaron la negociació­n: la amplia aprobación ciudadana a la Guardia Nacional; las aportacion­es de gobernador­es y legislador­es de todos los partidos sobre sus experienci­as de gobierno locales y nacionales, y la sensibilid­ad del Ejecutivo federal para escuchar y llegar a un acuerdo. Vendría después un elemento esencial: la generosida­d y la altura de miras de los coordinado­res de los grupos parlamenta­rios, así como de las senadoras y los senadores en lo individual, que hicieron posible la votación inédita del pasado jueves 21 de febrero.

La unanimidad en el Senado fue holística: el todo resultó mayor a la suma de sus partes. La Cámara Alta trascendió a los partidos. Antepuso la colaboraci­ón y la cooperació­n de poderes a la confrontac­ión y el distanciam­iento entre los mismos. Ese día asomó el rostro de un nuevo régimen político, la República del Consenso, y de una 4T incluyente, donde se busca convencer no vencer.

Asomó el rostro de un nuevo régimen político, y de una 4T incluyente; se busca convencer

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