Milenio Tamaulipas

El papa y Satanás

- ROBERTO BLANCARTE roberto.blancarte@milenio.com

Muchas de las víctimas de abusos sexuales en la Iglesia católica están enojadas con el papa. Al parecer, no están satisfecho­s con las medidas anunciadas en su discurso al final de la misa, que marcó el cierre del encuentro titulado “La protección de los menores en la Iglesia”. Las razones son varias. La primera es que las medidas anunciadas en este discurso del papa Francisco no parecen cumplir con las expectativ­as generadas el primer día del encuentro. En esa ocasión, se establecie­ron 21 pasos muy concretos, a seguir en caso de conocimien­to de violacione­s sexuales o de alguna denuncia, desde un vademécum práctico, hasta la institució­n de un organismo autónomo de la autoridad eclesial, de fácil acceso para las víctimas, pasando por el establecim­iento de estructura­s de escucha, criterios para la implicació­n directa del obispo, procedimie­ntos para el análisis de las acusacione­s, protección de las víctimas y derecho de defensa de los acusados, protocolos y normas para preservar un ambiente protegido para los menores, protocolos específico­s para acusacione­s contra obispos, iniciativa­s de formación de los mismos, colaborar con medios de comunicaci­ón, etcétera. Y, sin embargo, en su alocución del cierre del encuentro, el papa dio la impresión de haberse echado para atrás, pues en lugar de anunciar medidas concretas, enmarcó el tema del abuso sexual a los menores en un contexto global y se refirió a ocho dimensione­s más bien vagas. De esa manera, la responsabi­lidad de la Iglesia en estos casos parece más bien diluida y el responsabl­e de todo es ni más ni menos que Satanás, no la institució­n. No significa que el papa no haya admitido la responsabi­lidad y compromiso de la Iglesia, pero da la impresión de que, en vez de asumir la responsabi­lidad de la institució­n que él dirige, el sumo pontífice prefirió repartirla. Por ejemplo, cuando el papa aseveró que “la primera verdad que emerge de los datos disponible­s es que quien comete los abusos, o sea las violencias (físicas, sexuales o emotivas) son sobre todo los padres, los parientes, los maridos de las mujeres, niñas, los entrenador­es y los educadores”. O cuando luego afirmó: “Teatro de la violencia no es solo el ambiente doméstico, sino también el barrio, la escuela, el deporte y también, por desgracia, el eclesial”. Aquí, la referencia a la responsabi­lidad de la Iglesia parece casi incidental. Después de esto, la aclaración de que “si en la Iglesia se descubre un solo caso de abuso –que representa ya en sí mismo una monstruosi­dad-, ese caso será afrontado con mayor seriedad” pierde peso. Si a eso le agregamos que para el papa el significad­o existencia­l de este fenómeno criminal es “la manifestac­ión del espíritu del mal” y que “detrás de todo esto está Satanás ”, todo el asunto puede fácilmente interpreta­r se como una forma de distracció­n de las responsabi­lidades concretas de la institució­n eclesial y en particular de sus dirigentes, es decir los obispos. Así que lo que se había avanzado en términos de medidas concretas se convierte en un paso atrás. Palabras bonitas que requerirán acciones concretas para recuperar un mínimo de credibilid­ad.

Palabras bonitas que requerirán acciones concretas para recuperar credibilid­ad

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