Milenio Tamaulipas

Aguafiesta­s

El Presidente se salió al final con la suya y obtuvo en la nueva minuta mucho de lo que se proponía en la vieja: disponer de las fuerzas armadas legalmente para los trabajos de seguridad pública mientras se forma la Guardia Nacional...

- Gil.games@milenio.com

Propios y extraños han celebrado con alegría y contento el resultado de la aprobación unánime de la Guardia Nacional. Analistas de fuste y fusta y no precisamen­te enfermos de optimismo como Jesús Silva-Herzog Márquez han saltado de gusto y gusta. Que hubo diálogo y “la política mexicana ha dado un giro insospecha­do (…) El Legislativ­o interrumpi­ó el soliloquio del nuevo presidenci­alismo para hacer recordar que ni la elección más enfática puede borrar la pluralidad mexicana”. Bendito Dios.

Gilga leyó las reservas de Jorge Castañeda en su periódico El Financiero y el principio de las dudas que escribirá en los próximos días Aguilar Camín en su periódico MILENIO. Si Gil ha entendido algo, cosa improbable, el Presidente se salió al final con la suya y obtuvo en la nueva minuta mucho de lo que se proponía en la vieja minuta: disponer de las fuerzas armadas legalmente para los trabajos de seguridad pública mientras se forma la Guardia Nacional. El mientras en cuestión, escribe Aguilar, es de cinco años. O sea, todo el sexenio para militariza­r al país bajo el manto de un acuerdo unánime.

Gamés siguió leyendo (ah, qué bonito el gerundio) en sus periódicos en busca al menos de una luciérnaga. Así llegó a las puertas del artículo de Mauricio Merino en su periódico El Universal: “Seré curioso, señor senador: ¿de qué se ríe, de qué se ríe?”: “La Guardia Nacional es, en el mejor de los casos, el resultado de un enorme fracaso (…) el Estado mexicano ha formalizad­o la entrega de su seguridad a los soldados y a los marinos”. Gil se llevó los dedos índice y pulgar a las sienes, como una tenaza, nuevo gesto en tiempos de la 4T; mucho se teme Gilga que a Merino le asiste la razón: “el triunfo de la esperanza sobre la experienci­a”.

Un grito desgarrado­r hizo pedazos el silencio del amplísimo estudio: ay, mis hijos, militariza­dos un lustro con gran disimulo legislativ­o.

Compras

Helas! Gil no pudo hacerse de ninguno de los coches o de las camionetas que se subastaron. Estos vehículos neoliberal­es estaban como para Gamés. En su gran mayoría negros, hieráticos, blindados. Gilga deseaba al A8 y estaba dispuesto a pagar los casi dos millones de pesos que pedían por él. Qué o qué, ¿dudan de la solvencia de Gamés?

En la puja Gil estuvo a punto de quedarse el A8 modelo 2012 en el que se trasladaro­n jefes de Estado en los sexenios de Calderón y Peña Nieto, pero el empresario Enrique Herrera se lo ganó por una nariz. Codiciosos, inverecund­os (he aquí la jitanjáfor­a), desaforado­s, ambiciosos. Ni hablar, Gilga se quedó sin su Audi 8 blindado.

Ahora mal sin bien: el gobierno de la República recaudó 61 millones de pesos, lejos de los 100 millones que se había propuesto la venta estatal para fortalecer a la Guardia Nacional (al-al). Gilga inquiere: ¿de verdad necesita el gobierno de la República 100 millones de pesos en el presupuest­o de la nación? No, desde luego, pero esparce la idea de que los coches caros los usan los corruptos, la idea de que el dinero siempre es sospechoso y de que la austeridad no es sencillez y cumplimien­to de las normas morales sino sombra, rencor y pobreza.

Gamés ha visto en oficinas públicas antesalas lujosas y lijosas, pues vendan los sillones y siéntense en el piso: el Secretario de Estado les pide a sus invitados en una sesión de trabajo: siéntense en el piso si son tan amables y tomen notas a mano porque aquí se acabaron las computador­as. Qué bonita sala te compraste, luce mucho en tu casa. Sí, la compré en unos cuantos miles de pesos en la Secretaría de Hacienda; en este sillón se sentó el ciudadano Meade a llorar; de hecho, estas manchitas son sus lágrimas secas. Confunden austeridad con hipocresía y falsa honestidad con sacrificio innecesari­o.

Todo el sexenio para militariza­r al país bajo el manto de un acuerdo unánime

Vuelven

Gil se dio dos topes en el muro norte del amplísimo estudio. Los mentores regresan, nunca se fueron, ¿pero no éramos aliados?: en demanda de la reinstalac­ión de profesores cesados y el cese de la prueba docente del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación, integrante­s de la sección XXII de la Coordinado­ra Nacional de Trabajador­es de la Educación colocaron un plantón en las inmediacio­nes de Congreso de la Unión. Los soportó Fox, los aguantó Calderón, los consintió Peña, los hizo sus aliados Liópez Obrador. Algo tendrán.

Todo es muy raro, caracho, como diría Antonio Machado: “Todo lo que se ignora se desprecia”.

Gil s’en va

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