Trump es Mentira
por mentira, sabiendo que ya domina en el mundo un ánimo generalmente ajeno a la verificación: lo que dice como bravata se digiere como afirmación y así, el falso muro de la frontera con México, la Fuerza Espacial contra Darth Vader, la complicidad y enemistad con Rusia y Putin (al mismo tiempo, amor y odio), los aranceles y apapachos con el comercio de China, la refriega y refrito del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, la solidaridad y sabotaje simultáneo con Venezuela y la farsa fantástica del romance fingido con Corea del Norte no son más que extensiones de la amplia red de mentiras que ha insuflado en los propios ciudadanos de su país: dosificando descaradas declaraciones donde es incapaz de condenar el neonazismo, el elevado voltaje de racismo sin averiguación previa y otros muchos despropósitos que han anegado los mejores valores de la llamada Unión Americana.
Ya sabíamos que era un pésimo conductor y productor de un fallido programa de televisión que representaba la perla más podrida del capitalismo irracional que él mismo representa, y ya sabíamos que pronunciaba más la palabra China, que no es capaz de memorizar nombres de personas que conoce desde hace tiempo y que tiene unos hábitos alimenticios propios de una marmota o manatí anclado al sofá; también sabíamos que instaló un escusado de oro puro en su antigua vivienda (y quizá, intuíamos el tipo de primate que presume ese tipo de muebles en su casa) y que hizo el ridículo varias veces como patiño en el gran circo de la lucha libre norteamericana (siempre inferior a la grandeza de los enmascarados mexicanos) y que aparece en la película de Macauley Caulkin. Sabíamos incluso que no es querido en su natal ciudad de Nueva York, que ha pisoteado la herencia que le dejó su padre inmigrante, también empresario de dudosa reputación y que lleva en la joroba la vergonzosa historia de sus anteriores matrimonios, sus respectivos divorcios, la culpa genética de haberse casi clonado en la demencia, sandez o bien fortuna de por lo menos dos de sus hijos… y una buena historia de ridiculazos burdeleros donde al menos una meretriz ha hecho pública la metáfora que describe veramente la real dimensión de su virilidad.
Ya sabíamos todas las caras de su inmensa mentira, pero lo que quizá no sabíamos es la real posibilidad de que siga perjudicando a todo el planeta con la continuidad de su poder y presencia. Es hora de que sepamos todos que existe la verdadera posibilidad de que sus mentiras aceleren el deterioro climático, social y político del planeta y no solo el maltrato en las aduanas de sus aeropuertos o la intolerancia en los callejones de sus ciudades parroquiales. Es hora de que aceptemos que se trata de un Mal de veras, un estorbo verídico y un payaso al que hay que desmentir cien o mil veces al día, por hora y en cada imagen para que la leyenda literaria que ya tiene garantizada con alguna editorial se vuelva Verdad.