Milenio Tamaulipas

“Caralinda”: Un homenaje a la vida

- MAGDA BÁRCENAS magda_barcenas_castro@hotmail.com

Siempre me ha gustado investigar y buscar historias que me alienten a seguir con una visión positiva, pero sin duda las historias queme encuentran a mí de forma azarosa son las que más me emocionan y me hacen seguir teniendo fe; así llegué a tomar un café en “Plaza Caralinda” junto con mi amiga Berenice Hernández.

De pronto, entre mi helado y su café se cruzaron unas palabras que casi podía escuchar, una frase escrita en la pared, un pensamient­o del joven Raúl Martín del Campo Gómez: “Mi misión en esta vida es dejar una huella en el mundo, poder sembrar una semilla de amor en las personas, donde puedan abrir su corazón y conectar con sus sentimient­os y no darle la vuelta a lo que realmente estén viviendo y sintiendo. Esto lo he ido trabajando día a día con mis acciones con los demás, ponernos en los zapatos del otros y a través de la música compartien­do mi corazón y sentimient­os”

Él sabía llegar muy bien a las personas. Y ayer llegaron hasta a mí las palabras de un joven que se hizo eterno a los 23 años, que no conocí pero que me transmitió algo en un instante. Sus palabras retumbaron en mi cabeza –como su canción-la cual fue interpreta­da a pedido de sus padres por sus amigos en la inauguraci­ón de la plaza: Alan Hl, Elizabeth Marino, Arturo Adame, Humberto Jiménez y Roldan Ortiz.

Dicen que todos tenemos una misión: Los que estamos y los que ya no están; pero son estos últimos los que sin duda nos dejan grandes enseñanzas para hacer de nuestro mundo algo mejor. Este es el caso de Raúl Martín, él dejó una huella que no se borrará. Un joven deportista, campeón de golf y gran talento de la zona: Un hijo, un amigo, una persona con un gran corazón que siempre tenía la palabra indicada para quien lo necesitara.

Creo fielmente que para los soñadores no hay límites, y mucho menos un final, pues son sus ideales los que quedan para siempre. Ayer al subir la mirada en “Caralinda” me encontré con los trofeos, la batería, la guitarra, los guantes de béisbol, la patineta, los cascos, la bicicleta, la pelota, la mochila y el equipo de golf de este joven y admiré a su familia por hacerle homenaje a su vida, por no dejarlos guardados para que se empolven y en lugar de eso… compartirl­o con nosotros.

Creo fielmente que para los soñadores no hay límites, y mucho menos un final

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