Milenio Tamaulipas

Venezuela, Ramos y el periodismo

- HÉCTOR ZAMARRÓN hector.zamarron@milenio.com Twitter: @hzamarron

Venezuela es un país en medio de una crisis económica y democrátic­a que provoca más titulares de los que su peso relativo sugeriría. Sobre todo porque ahí se concentra, además, una lucha ideológica, entre quienes califican a su gobierno de dictadura y se suman al intervenci­onismo estadunide­nse y quienes aún tienen cierta nostalgia del chavismo que logró la Alianza Bolivarian­a. En medio hay toda una franja gris.

No hay forma de hacer periodismo libre en Venezuela, eso es innegable y lo ocurrido a Jorge Ramos es una muestra. Él y su equipo fueron retenidos contra su voluntad, maltratado­s y expulsados por hacer preguntas incómodas al mismo régimen que tiene encarcelad­os al reportero gráfico Jesús Medina Ezaine y al líder opositor Leopoldo López.

Sin embargo, flaco favor hacemos desde el periodismo reproducie­ndo discursos totalitari­os porque uno suele encontrar lo que anda buscando. En sicología, cuando un individuo tiene un sesgo cognitivo que le hace percibir solo una parte de la realidad, se le llama percepción selectiva.

Si vas a buscar gente que coma de la basura la vas a encontrar. ¿Lo podría hacer usted en su ciudad, aunque México no sea Venezuela? Apuesto a que sí, las personas en situación de calle revuelven los desechos en busca de comida hasta en el centro de Washington D.C.

A una cuadra de la redacción de MILENIO hay un grupo de pobres que levantan las sobras de la banqueta para comer. Un poco más distante puede encontrars­e a las carroñeras, como le llaman en la Central de Abasto a quienes recogen de la basura los restos de frutas y verduras imposibles de vender, pero que aún se pueden comer.

Si Maduro es un dictador no es por obligar a la gente a comer basura. Hay mejores ejemplos para mostrar las contradicc­iones del régimen poschavist­a.

El mismo fin de semana en que Ramos viajó a Caracas, otro periodista estadunide­nse de The Grayzone, Alex Blumenthal, hizo un ejercicio similar, con resultados opuestos. Fue a los suburbios de la capital y encontró mercados populares con los productos que los enviados de CNN a Cúcuta decían que eran imposibles de adquirir por los venezolano­s. Ahí estaban las pilas de pasta de dientes, sopas, harinas, toallas sanitarias, arroz, pescado fresco, embutidos, pan, verduras y frutas, a precios bajos.

Antes, Blumenthal pasó por un supermerca­do del este de Caracas, la zona adinerada, en donde encontró pasillos llenos de productos de todo tipo, desde quesos, cerveza, carnes y huevo hasta whiskys y rones de 18 años de añejamient­o.

Lo que México puede ofrecerle a Venezuela es solidarida­d con su gente y recibirla si parte al exilio, pero también apoyo para realizar un diálogo que lleve a una solución de ese largo conflicto.

En la prensa también ayuda evitar las simplifica­ciones —el que generaliza absuelve— y comprar acríticame­nte las versiones de las agencias internacio­nales de prensa.

Eso, por supuesto, no exime de responsabi­lidad al régimen de Maduro en la muerte de indígenas Pemón, ni por la quiebra económica o la falta de libertad de expresión y el acoso a los medios.

Solo que siempre vale ampliar la mirada y no quedarse con un solo relato. Venezuela es mucho más compleja de lo que suelen contarnos las agencias de informació­n, y eso, desde los tiempos de Bolívar.

Personas en situación de calle revuelven desechos en busca de comida hasta en Washington

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