Milenio Tamaulipas

“Tuve que decidir entre la diplomacia y el ballet profesiona­l”

Ávida lectora de biografías, la embajadora en EU recuerda que Carlos Coqui, su abuelo y amigo de Torres Bodet, le transmitió el significad­o de representa­r a México ante el mundo

- CAROLINA RIVERA CIUDAD DE MÉXICO

Con 40 años de trayectori­a en el área diplomátic­a, la embajadora de México en Estados Unidos, Martha Bárcena Coqui (Veracruz, 1957), ocupa un puesto clave en la política exterior mexicana; sin embargo, años atrás estuvo a punto de alejarse del servicio público para consolidas­e como bailarina de ballet clásico.

Egresada de la licenciatu­ra de Ciencias de la Comunicaci­ón por la Universida­d Iberoameri­cana y de la carrera de Filosofía por la Pontifica Universitá Gregoriana, comparte su profesión en el servicio exterior con su esposo, el ex embajador AgustínGut­iérrez Can et, de quien estuvo alejada en muchas ocasiones debido a que fueron la primera pareja de cancillere­s en funciones en el extranjero; ahora, Bárcena Coqui se prepara para cumplir su próximo objetivo: convertirs­e en una feliz abuela.

¿Qué tan complicado es que dos embajadore­s formen una familia?

El hecho de compartir profesión con mi esposo ha sido uno de los aspectos fundamenta­les para mi desarrollo; hemos compartido ideas, no siempre coincidimo­s, pero eso nos permitió entender nos como profe sionistas.

También permitió que nos alternáram­os para apoyarnos el uno al otro, al que estuviera en una posición de mayor fortaleza y para dividirnos las tareas del hogar. Agustín siempre ha sido un muy buen padre, y eso nos permitió tener una familia unida, aunque a la distancia, porque durante muchos años los cuatro vivíamos en diferentes países.

¿Cómo enfrentó la familia a la distancia?

El reto fue cuando salimos los dos al exterior. Fuimos la primera pareja del Servicio Exterior Mexicano en ser embajadore­s; a mí me mandaron al reino de Dinamarca, concurrent­e con Noruega e Islandia y, poco después, Agustín fue nombrado embajador en Finlandia, cubriendo Estonia.

Afortunada­mente, las comunicaci­ones entre los países nórdicos no son tan complicada­s. Por una temporada nuestra hija pequeña vivió conmigo en Copenhague y después se fue a la universida­d en Holanda; mi hija mayor estuvo en la London School of Economics.

En un momento yo estaba en Dinamarca, Agustín en Finlandia, Mercedes en Londres y Martha en Ámsterdam... la casa en ese momento era Copen hague, no solo porque logísticam­ente era el punto medio, sino porque ahí estaba la mamá. Todo mundo va siempre a refugiarse con la mamá y la esposa.

¿En algún momento pensó en cambiar de profesión?

Sí, pensé en dedicarme a la academia, que siempre me ha gustado y que he practicado. Pensé que eso me permitiría atender más a mis hijas, porque a veces el trabajo me dejaba pocas horas para ellas. Afortunada­mente, pudimos compatibil­izar bien el tiempo, las carreras profesiona­les de mi esposo, la mía y después la educación de mis hijas.

¿Cuándo era joven, se veía como embajadora?

Desde niña pensé que podía ser embajador a, por mi abuelo, el doctorCarl­osCo qui, erara diólogo. Me llevaba a pasear los fines de semana por diversas partes de la ciudad, ala UNAM, por ejemplo, en donde me decía que se estudiaba para ser diplomátic­o.Tenía como siete años y le preguntaba qué era eso, y me respondí a que er aloque hacía su amigo Jaime TorresBod et.

Mi abuelo fue su radiólogo y me explicaba que Torres Bodet fue director general de la Unesco, que representa a México en el exterior, así que me gustaba esa idea de ser embajador, de representa­r a mi país, como Torres Bodet en Francia, o ante la Unesco.

También fui bailarina de ballet clásico, bailé de forma profesiona­l dos años en la Compañía Nacional de Danza (CND); era una ávida lectora de biografías, mi personaje favorito es Marie Curie; también se me ocurrió que podía ser física nuclear, pero lo abandoné. Finalmente entré a estudiar Comunicaci­ones, ya que siempre me interesaro­n los temas internacio­nales.

¿Fue difícil abandonar la carrera de bailarina?

La vida de una bailarina profesiona­l es muy corta, difícil y demandante, porque no solo depende de la destreza que hay en tu cabeza, sino la que tiene el cuerpo. Cuando estuve bailando, a pesar de que me apasionaba y tenía talento, me empezó a fallar el cuerpo, entonces pensé que no podía confiar en él, pero sí en mi cabeza, así que decidí terminar la universida­d y dedicar me a otra cosa.

¿Nunca se arrepintió?

Sí, durante más de cuatro años. Cuando lo dejé no podía a ver una obra de ballet porque era un mar de lágrimas; después lo asimilé Muchos años después pude asimilar la decisión de haber dejado de bailar profesiona­lmente.

Al final, esa decisión la llevó a la embajada más importante de México en el mundo

Creo que tomé la decisión correcta, elegí una carrera que siempre me ha apasionado y que nunca me ha decepciona­do. Hay momentos difíciles; a veces estamos fuera cuando nuestros seres queridos fallecen, muchos ni siquiera hemos llegado a los funerales de nuestros padres o abuelos.

También te llevas decepcione­s, uno espera ser asignado a una embajada para la que crees que te has preparado toda la vida y al final te mandan a otra; es parte de la disciplina y el profesiona­lismo que se requiere.

Pero si pongo todo en la balanza, diría que tengo mucho más experienci­as positivas que negativas. El SEM ha sido una fuente de orgullo, de formación, de satisfacci­ón y, al mismo tiempo, me permitió construir una familia de la cual estoy muy orgullosa.

¿Cuál su siguiente objetivo personal?

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NELLY SALAS “Mi personaje favorito es Marie Curie”.
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¿Qué está leyendo? Homelands,de Alfredo Corchado

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